"Estado de bienestar a Estado post social, García Delgado - Principios de CP - GONZALEZ"
- cecsprensa
- 18 nov 2014
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Introducción
Un cambio estructural. Este cambio más allá de la modificación del régimen político, considerado como el de los patrones de la legitimidad, de reclutamiento del personal político y de representación, ya que impacta tanto el nivel macro de las políticas públicas, la relación del Estado con diversos actores, su inserción internacional y en la misma vida cotidiana de los individuos.
Este profundo cambio indica que nos dirigimos hacia otro modelo de Estado, distinto tanto del liberal-oligárquico constituido a fines del S XIX como del que predominaría durante las 5 décadas previas: el Estado Social, nacional-popular o de bienestar, según cada autor.
En los 80’ hay un quiebre de modelos políticos y económicos y una profunda crisis de los actores políticos y sociales.
Hay una transformación correlacionada con el inicio de las políticas de ajuste e inserción del país en la nueva economía mundial. Comienza con la desarticulación del anterior modelo iniciado en la etapa autoritaria (1976-1982) donde, junto a la quiebra del régimen democrático, se construye una sociedad libre de mercado.
Con la transición a la democracia, se produce el cambio de régimen político. Se produce la eclosión de la crisis del Estado de bienestar con las hiperinflaciones de 1989.
En los últimos años, con el gobierno peronista, se lleva a cabo una rápida transformación de la relación Estado-economía mediante políticas de reforma del Estado y consolidación del nuevo modelo de acumulación. Se termina de quebrar la etapa industrialista y del Estado social.
A partir de los años 40, se produjo un proceso de cambio, que terminó configurando una creciente intervención pública y el modelo de desarrollo hacia adentro y del Estado social en sus diversas fases.
Esta última modificación afecta las actividades estatales de la regulación económica, mediación política e integración social; surgen nuevos actores, se amplía la actuación de los lobbies y de los actores no gubernamentales. Lo privado avanza sobre lo público, los contornos entre sociedad y Estado se vuelven a reformular y lo individual y privado gana sobre lo público y colectivo. Una transformación que mas que buscar la superación del modelo anterior apunta a negar su validez: una modernización de ruptura.
No solo cambia el Estado y el régimen político, sino que también cambia la sociedad. Se trata de -una mayor separación Estado-sociedad, ampliación de la sociedad civil, pluralización e individuación pero, a la vez, fragmentación y exclusión.
Estado como Relación. El desplazamiento del Estado por el mercado como ámbito privilegiado de las iniciativas sociales implica también un desplazamiento en los principios de legitimación y organización. Como dice Guillermo O’Donnell: “es un error asociar al Estado con el aparato estatal o el sector público, o la suma de las burocracias públicas, que indudablemente son parte del Estado, pero no constituyen el todo. El Estado es también, y no menos primariamente, un conjunto de relaciones sociales que establece cierto orden en un territorio determinado, y finalmente lo respalda con una garantía coercitiva centralizada”.
Hay que hacer una indagación del cambio en cinco niveles de relacionamiento estatal con la sociedad: el modelo de acumulación, el de régimen político, el de articulación de intereses, el de acción colectiva y el cultural:
Del estado de bienestar al postsocial
Del modelo de acumulación del industrialismo sustitutivo al de libre mercado
Del modelo “movimientista” al de la democracia liberal
Pasaje del modelo neo-corporativo “imperfecto” al pluralista
De la movilización de masas a los nuevos movimientos sociales
Pasaje de la cultura igualitaria al individualismo competitivo
Del Estado de Bienestar al Estado Postsocial
El Estado determinó fuertemente a la sociedad, apareciendo como modernizador, revolucionario, tranformador o garante de un orden represivo, pero en todos los casos con una gran influencia sobre la sociedad.
En Argentina, el Estado cumple el papel de agente aglutinante de la sociedad civil. La estructura social y política relativamente precaria de diversos países latinoamericanos encontró un apoyo indispensable en el Estado.
Las interpretaciones habituales dadas a este papel estatal donde casi puede decirse que el Estado construye a la nación suelen ser dos:
Revoluciones desde arriba sonde los Estados nacionales en los procesos de modernización tardía juegan un rol crucial para actualizar sus respectivas sociedades. El capitalismo no sería en nuestra región un dato histórico dado. El Estado es quien asumen la tarea de instaurar la sociedad moderna.
En una segunda visión, se trataría de un modelo de organización diferente del anglosajón (“paradigma democrático”), en donde habría primado la competencia, lo descentralizado, lo protestante y el ciudadano. Pero, si bien es cierto que hay diferencias culturales, la teoría de “la tradición distinta” la ve a esta con rasgos negativos para la democracia.
Lo cierto es que hoy ese fuerte rol estatal impulsor del desarrollo, articulador regional e integrador social ha terminado. El Estado cambia rápidamente hacia una menor actividad económica, amplía el espacio del mercado, rompe las articulaciones neocorporativas, abre las fronteras, se desvincula de lo social, etc.
Modernización, Dependencia y Democracia
Los estudios sobre el Estado recorren tres etapas que corresponden a distintos paradigmas dominantes:
En los años ’50 la relación estado sociedad fue estudiada bajo la influencia del paradigma de la modernización, vinculado al cambio de la sociedad tradicional a la moderna. El supuesto teórico principal consistía en que la modernización se encontraba frente a diversos obstáculos para alcanzar un patrón normal de evolución, coincidente con el seguido por los países desarrollados. Se pensaba que la sociedad latinoamericana sobre la base de un proceso de cambio irreversible que tenia a la tradición como obstáculo principal, pero donde también había otros factores negativos a superar, como la escasa inversión o la falta de motivación para el cambio, que acentuaban la necesidad de incorporar tecnología, y valores modernos. El rol del Estado debía maximizar ese camino aumentado los contactos con las sociedades centrales para introyectar los impulsos económicos, sociales y culturales para acelerar este proceso. Este rol modernizador conferido al sector público se completaba con la creación de agencias estatales de investigación y difusión técnica que tenían como sujetos de esta transformación a los sectores medios. La teoría de la modernización se asocio en términos generales a la perspectiva adoptada por los gobiernos desarrollistas.
En los ’60 emerge un paradigma contestatario: el de la dependencia. Este va a poner en duda los supuestos y expectativas del anterior sobre la posibilidad de recorrer el mismo camino y destino de las sociedades centrales, poniendo el acento en el doble vinculo existente entre el Estado con los países centrales y las clases dominantes locales. Este paradigma iluminaba un nuevo sujeto del cambio: la clase trabajadora. Mientras la corriente de la modernización examino el desarrollo desde el punto de vista de los Estados Unidos y otros países occidentales, la escuela de la dependencia fue la visión del desarrollo desde la perspectiva del tercer mundo. La teoría de la dependencia planteo la relación entre Estado y sociedad de forma nueva pero no exenta de un reduccionismo que hacía del Estado una mera “expresión” de las relaciones de clase, con un rol gerencial de dominación. El Estado era incapaz de enfrentar con éxito las políticas económicas de los países centrales a menos de disminuir sus vínculos con estos y de llevar a cabo una transformación revolucionaria. Necesariamente debían triunfar ya sea las fuerzas de la modernización en su intento por alcanzar los estándares del primer mundo o las que apuntaban a poner fin al desarrollo dependiente y avanzar en la emancipación social.
En los ’70 se constituyen en un momento de transición para la Ciencias Sociales. Se asiste, junto a la caída de gobiernos populares, al auge del estudio del Estado burocrático-autoritario: el B-A. La reflexión sobre el Estado aparece ocupando un espacio cada vez mas amplio y dominante desde mediados de esa década, con la nueva crisis política y los golpes de Estado fundacionales en el cono sur. Un enfoque donde los problemas a resolver ya no eran la modernización, el desarrollo o la revolución, sino la participación ciudadana, la mediación política y el sistema de partidos. El cambio que interesaba analizar era mas acotado y político: el del régimen. Ello desplazaba los focos anteriores de importancia, que dejaban de ser las oposiciones sociedad-tradicional a sociedad-moderna, centro-periferia, pero pasar a ser, autoritarismo-democracia.Este nuevo foco teórico mostraba la necesidad para la democratización de erradicar el autoritarismo de la cultura e instituciones para asegurar la “gobernabilidad”, lo cual requería establecer reglas de juego políticas aceptadas por todos. Este enfoque institucional encontraba diversas vertientes de expresión y problemáticas a debatir:
El Estado en cuanto división de poderes, donde se resaltaba la preocupación por los equilibrios entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
El estado autoritario era fruto de una cultura política particular producida en la sociedad argentina. El problema era compatibilizar creencias e instituciones. El secreto de la democracia en la Argentina seria lograr esa feliz coincidencia entre cultura política e instituciones liberales producida en EE.UU un siglo atrás. De allí las prescripciones para modificar una cultura “inflacionaria” y “movimientista”, que hacía referencia a la tendencia “monista” de la democracia.
El interés de los ochenta se limito al ámbito de lo político: el desarrollo económico y político fueron tratados en buena medida separadamente por los sociólogos. Coincidentemente con el auge de la teoría de la transición se produce el resurgimiento de la política, la cual cobra mayor especificidad, diferenciación y profesionalismo. Lo cierto es que la cuestión de la democracia había estado ausente mucho tiempo de las preocupaciones de los científicos sociales latinoamericanos, lo mismo que la problemática de la cultura política y las cuestiones referidas a derechos humanos. El nuevo paradigma alentó una visión donde el Estado desaparecía bajo el termino mas neutro de sistema político, y que luego devendrá en clase política, en una concepción mas distorsionada, ligada hoy a la corrupción y a la crisis de mediación.
La hipótesis profunda que sustento la teoría de la transición y que le trasmitió un sesgo conservador fue la de una ingobernabilidad dado por exceso de demanda, alimentada por una cultura movimientista. Estaba la sospecha de que los sujetos populares promovía una excesiva presión sobre el sistema político generando la crisis del sistema.
En el marco de los desafíos planteados por cambios profundos a nivel mundial en los ’80, el problema político de la región no debió ser definido en términos exclusivos de una “transición de regímenes autoritarios a democráticos”, el sentido de la democracia absuelto en esa expresión sumaria que asocia “reglas conocidas y resultados inciertos”, ni la construcción del régimen limitada a la recreación de su formato “clásico” de actores, reglas e instituciones. No obstante el enfoque institucional, tan apegado a la problemática del cambio de régimen a fines de los ’80 comienza a agotarse para explicar la transformación de relaciones Estado-Sociedad. Por un lado, porque ya hay varios elementos de consolidación del régimen democrático y, por otro, porque a partir de fines de los ’80 predomina el enfoque neoliberal del Estado.
Este último enfoque se expresa en términos económicos y de lucha contra la inflación y por la estabilidad mostrando la necesidad de encarar una drástica separación entre Estado y sociedad civil para alcanzar la estabilidad económica. Destaca el excesivo tamaño adquirido por el sector publico; buscando otorgar una mayor libertad al mercado y a las tendencias autorreguladoras de la sociedad, formula críticas al exceso de burocracia y a la descontrolada expansión del gasto fiscal, lo que sería una indebida estatización de la vida social, una sociedad asfixiada por el Estado en sus energías y capacidades.
Se trata de una vuelta al Estado garantista y “mínimo” en el marco democrático. Una formulación que va a estar asociada al segundo gobierno de la transición, al peronismo. Una perspectiva crítica del Estado benefactor, que presuponía la necesidad de su drástica reformulación para la resolución de la crisis económica mediante políticas de desregulación y privatización.
Del Estado Liberal al Postsocial
El Estado Liberal-oligárquico. A mediados del siglo XIX el Estado promovió el surgimiento de una sociedad capitalista con plena inserción en el mercado mundial. El modelo de acumulación agroexportador se apoyo en una clara división del mercado internacional del trabajo. Esta concepción se referencio en una filosofía publica de raíz espengleriana basada en la búsqueda del “orden y progreso”, que era una concepción liberal y moderna pero que a la vez, en nuestro país resulto poco democrática. Siete décadas desde la independencia no habían bastado para construir una unidad política, ni mucho menos legitimar un centro de poder que hiciera efectiva su capacidad de control a lo ancho y a lo largo del territorio nacional. Luego del triunfo de Urquiza sobre Rosas en Caseros, vio su fin una forma de gobierno caracterizada por una descentralización según la cual las provincias de la llamada Confederación Argentina se reservaban el máximo de su capacidad de decisión.
La conformación de la nación tuvo aquí características distintivas también de la de otros países latinoamericanos. El vuelvo de la masa migratoria de Europa occidental desde fines del siglo XIX, y su vinculación con los contingentes originales o criollos, dio particulares características a la conformación de esa nacionalidad.
El proceso de organización arrasó a partir de los ’60 con las autonomías provinciales a través del ejército nacional, constituyendo el monopolio de la coacción, el mercado de trabajo, llevando a cabo la integración territorial mediante obras de infraestructura y comunicaciones, y extendiendo las relaciones capitalistas a todo el territorio nacional. El Estado nacional mostro escasa autonomía respecto de esta clase (la clase dominante). Se constituyo un régimen político censitario, centralizado en la presidencia bajo la forma del “unicato”, de control de las provincias y de la sucesión.
Paralelamente, se promovió la integración social mediante el amplio acceso de los ciudadanos al sistema educativo. La constitución de esa identidad nacional fue desarrollada a través de la educación pública. El estado adopto el rol modernizador y portador de un progreso identificado con el mundo cultural europeo occidental.
Pero el Estado Liberal-oligárquico cambia de régimen político en 1916. Se produce el paso del Estado liberal oligárquico al liberal democrático, y por lo tanto, la democracia restringida censitaria a la ampliada gracias a las luchas a favor de la democracia y libertad política desarrollada por el radicalismo Yrigoyenista. El radicalismo fue la construcción del primer partido de masas moderno junto a la lucha por la incorporación social de los sectores medios que, por momentos, adopta rasgos movimientista en una lucha contra los sectores oligárquicos. No obstante, no hubo ruptura con la clase dominante, esta siguió hegemonizando, en la medida en que había consenso sobre la forma de entender el progreso económico.
La declinación del Estado liberal y el golpe de Estado con que caerá el gobierno radical serán producto de diversos factores, como la facciosidad de la clase dominante, el impacto de la crisis económica del ’30 y la misma conflictividad presente en el interior del partido gobernante. El golpe militar del ’30 y la crisis internacional van a constituir el punto de inflexión entre dos tipos de Estado: el liberal y el social.
El Estado comienza a cambiar, también la sociedad civil, con el surgimiento de nuevos actores.
El estado nacional-popular o social. Este modelo es producto de la crisis del capitalismo del ’30, la guerra fría y la sustitución de importaciones. El contexto de surgimiento del Estado benefactor es el de la incorporación de grandes masas, la necesidad de contrarrestar las crisis periódicas del capitalismo. Otra problemática de tipo política, preocupada por aventar los peligros de la revolución, asegura la pacificación social, la institucionalización de los conflictos clasistas y la creación de un orden burgués estable y legitimo. El modelo liberal de separación entre sociedad y Estado se considero superado por esta concepción unitaria de los planos político y social que tendía a la conformación de una matriz Estado-Centrica.
El peronismo se asoció a una visión organicista, en la cual los distintos elementos debían ser armonizados por este compromiso del Estado con la sociedad. La legitimación comenzó a basarse en la respuesta del Estado a las demandas populares, en el distribucionismo, el apoyo plebiscitario y el liderazgo carismático como articulador de la movilización popular.
En términos del sistema político se constituyo el “movimientismo” como un modelo de partido predominante con tendencias hegemónicas que presuponía una alta politización de las relaciones sociales, una organización de los sectores populares, centralidad del Poder Ejecutivo pero escasa importancia dada a los aspectos institucionales y al Parlamento. En este periodo se produce una migración de significativa importancia, que es de sectores rurales del interior hacia zonas del litoral industrializadas. Si la migración previa fue europea meridional, esta va a asociarse a un componente predominantemente criollo.
Luego de la revolución Libertadora cambia el régimen político pero la intervención del Estado en el desarrollo continua en un nuevo subtipo del Estado social: el Estado Desarrollista. En el marco de una democracia con proscripción, la estrategia económica de cuño cepaliano amplio las estructuras tecnoburocraticas, diferenciándose de la estrategia nacional-popular en cuestiones de énfasis: mientras la ultima consideraba al Estado en función de la distribución y la autonomía nacional, la desarrollista lo hizo a favor del aumento de inversión y la integración a este proceso de capital extranjero.
En 1996 se inicia la fase burocrático-autoritaria del Estado social, caracterizado por la exclusión política y la presencia de las corporaciones industriales en el poder. Las posiciones superiores de gobierno eran ocupadas por personas que accedían de organizaciones complejas y altamente burocratizadas, un sistema de exclusión política y económica y despolitizante: etapa de profundización del capitalismo periférico y dependiente.
Crisis del Estado Benefactor.
Si a partir de la crisis del capitalismo del laisser faire se creyó que el predominio del Estado y de lo político sobre el mercado era difinitivo, desde fines de los 70 el mecanismo autorregulador del mercado vuelve a actuar. Proceso reestructurador, lo que comienza a dejarse atrás es la sociedad conformada por la industrialización sustitutiva, la política de masas, y el desarrollo industrial orientado hacia adentro, donde comienzan a modificarse los diversos rasgos que caracterizaron al EB.
Los fenómenos de globalización afectan la naturaleza de las economías nacionales y erosionan su soberanía. El Estado comienza a tener una menos incidencia y control de la economía interna.
En lo político: pasaje del régimen autoritario al democrático. Se extienden las pautas del liberalismo democrático como las bases de legitimación del Estado. La democracia es asociada cada vez más a instituciones y procedimientos, a formas más que a contenidos, desapareciendo del horizonte colectivo la idea de democracia social a favor del concepto de democracia formal. Desaparece la concepción de la política como eje de la movilización y del sentido emancipatorio de ésta.
En el contexto político internacional, fin de la guerra fría y derrumbe de los socialismo reales, caída del muro de Berlín, hegemonía militar norteamericana y constitución de un orden internacional. La problemática mayor que enfrenta el Estado es económico-tecnológica.
En este marco de crisis de la división bipolar del mundo, de poderes mundiales basados en principios distintos, se produce la paulatina inscripción de la Argentina dentro del área de influencia norteamericana junto al paralelo alejamiento de Europa.
En lo social, las relaciones internas comienzan a no corresponder ya a la sociedad del industrialismo sustitutivo. Constitución de relaciones sociales, políticas y económicas que ya no son asociables a las típicas de la sociedad industrial. Pérdida de homogeneidad social. Conformación de otro mercado de trabajo, difusión de la precarización del empleo, autoempleo y pluriempleo. Sociedad dual, donde declinan las instituciones y patrones del capitalismo organizado. El Estado deja de cumplir roles productivos y de reproducción social.
En lo cultural, crisis de las ideologías sociales evidenciándose los efectos de la crisis del sujeto y de una concepción de la historia lineal y progresiva. Toda una representación del mundo entra en crisis.
La relación Estado-sociedad se modifica paralelamente con la consolidación del modelo democrático liberal y la economía del mercado. El paradigma del EB periférico se derrumba así como también sus imágenes y representaciones. La relación Estado-sociedad se modifica y el Estado se vuelve a reestructurar dando a luz el Estado postsocial o neoliberal.
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