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Nacionalismo económico e internacionalización de la economía coreana, López Aymes - Seminario Este

  • Foto del escritor: cecsprensa
    cecsprensa
  • 22 nov 2014
  • 16 Min. de lectura

Objetivo del trabajo: analizar la forma en que Corea del Sur ha conducido su inserción en el sistema capitalista mundial.

Argumento: el nacionalismo económico no necesariamente es un obstáculo para la internacionalización y la competitividad de las empresas coreanas, no para el fortalecimiento de la economía nacional. Esto se sustenta sobre la premisa de que el nacionalismo económico es un fenómeno dinámico, se caracteriza por la capacidad de los actores de adecuarse a los cambios de contexto y mantener un margen de maniobra frente a las fuerzas del mercado para el crecimiento económico y el desarrollo social.

Un factor importante es la participación de capital extranjero en el sistema industrial de Corea.

Los cuatro grande períodos de la historia económica contemporánea de Corea son:


  • 1961 a 1973 Despegue económico: se caracteriza por el fomento a la industria de manufactura de exportación y la construcción.

  • 1973 a 1980 formación de la industria pesada, intensiva en capital y energía

  • 1980 a 1997 proceso de liberalización.

  • 1997 a 2007 crisis económica y proceso de reformas estructurales producto de ésta.

En el período de industrialización acelerada (1960-1970) la IED no figuró como un elemento clave debido al escaso atractivo que la economía coreana representaba y las restricciones impuestas por el gobierno, el cual buscaba mantener la autonomía mediante el desarrollo de una base industrial autóctona. Las restricciones formales proporcionaron prácticas, nociones y percepciones (fortalecimiento de conciencia nacionalista) hacia el capital extranjero que, aún con la liberalización, impedían su funcionamiento y operación en el mercado coreano.

El propósito de mantener las industrias nacionales fuertes y competitivas no fue modificado nunca sustancialmente, incluso luego de la crisis de 1997 que puso en evidencia las dificultades para alinear las reformas con las preferencias de autonomía. Esto llevó al planeamiento de las relaciones gobierno-empresas y la participación gubernamental para fomentar la competitividad de las compañías coreanas a nivel regional e internacional, buscando mantener márgenes de autodeterminación política en el sistema capitalista mundial.


Nacionalismo económico como fenómeno de economía política

El nacionalismo económico es un fenómeno caracterizado por políticas económicas subordinadas a la construcción del Estado y sus intereses. Estas políticas son proteccionistas: promueven derechos de exclusividad encaminados a desarrollar un sistema productivo articulado y autónomo con respecto al exterior. Constituye la guía de preferencias y acciones. Se ha presentado como un medio efectivo para salir del atraso económico.

El nacionalismo se refleja en dos tipos de políticas económicas: 1) política comercial: emplea mecanismos que restringen el comercio entre dos o más mercados nacionales a través de barreras arancelarias y no arancelarias para proteger a las industrias en fase de introducción o expansión; 2) política industrial: fortalecimiento de su base industrial buscando autosuficiencia económica y autonomía política. Con el objetivo de autosuficiencia se incentiva sectores que detonen el crecimiento económico, crean industrias e instituciones domésticas que transforme el potencial autóctono en competitividad global.


Nacionalismo económico en Corea

Si bien varios elementos de carácter nacionalista ya existía en Corea antes de la ocupación japonesa (1910-1945), en realidad fue después de ésta cuando comenzó a gestarse una visión más clara del potencial de la experiencia histórica y el bagaje cultural en la formación de estrategias de modernización para salir del atraso. El nacionalismo es una manifestación de identidad política que las sociedades desarrollan en torno a la idea de destino común.

Se puede reconocer tres procesos formativos del nacionalismo en Corea: 1) como producto del bagaje cultural; 2) como aserción del origen etnico; 3) como resultado de la experiencia histórica.

Cabe preguntarse si existe algún cimiento en el bagaje cultural, especialmente relacionado con la doctrina confuciana, que de manera natural derive en la construcción de una identidad particular y destacable de otras. → Los preceptos confucianos determinan relaciones interpersonales que, de forma agregada, habrían de establecer patrones de conducta que propicien la armonía en las relaciones sociales. La interpretación clásica de los preceptos confucianos dirigía la fuerzas de integración en sociedades relativamente pequeñas, unida por lazos familiares, escolares, de aldea, regionales y, cuando mucho, de casta. Establecían relaciones jerarquizadas con escasa movilidad entre los estratos sociales. Considerar el confucianismo como la fuente más importante de nacionalismo es, cuando menos, problemático. El confucianismo podría implicar sentimientos de identidad y lealtad política, ampliando el significado de armonía como interacción positiva entre el individuo y la sociedad, donde el valor del bienestar común y la importancia del grupo son superiores al del bienestar particular y el individualismo. La extensión del bienestar común hasta la nación sería entonces una construcción moderna del confucianismo, en la cual quedan subordinadas otro tipo de colectividades.

En el caso de Corea, la nación como objeto de identificación social y política fue una idea construida en función y apoyo del programa desarrollista del gobierno de Park Chung- hee (1961-1979), dirigido mediante un estilo militarista. Durante la década de 1970 el discurso gubernamental fue selectivo en el uso de algunos valores y virtudes de la ética social confuciana tales como piedad filial y lealtad con los cuales hacía incuestionable el mantenimiento del régimen.

Rasgos del caso coreano en cuanto a su configuración étnico-cultural: particularmente en Corea la nación, como ente integrador de políticas y voluntades, ha tenido un campo fértil para su incorporación en el discurso desarrollista. El origen del nacionalismo coreano podría entenderse también como la prolongación de los fundamentos éticos-culturales, principalmente la idea compartida de la continuidad de la línea consanguínea y la filiación con lazos ancestrales comunes. La población de origen coreano es una de las más homogéneas en términos de lazos raciales.

Estas fuentes de manifestación se manifiestan en varias esferas y trasciende las fronteras territoriales. El sentido de amenaza externa y la experiencia colonial “han sido largamente responsables del aumento y dominación continuas de la concepción étnicas sobre la nación, la cual destacaba la solidaridad interna y el sometimiento a metas colectivas”. La experiencia histórica y la interpretación de los legados étnicos-culturales conforman la fuerza de cohesión y movilización social. El llamado al nacionalismo sigue siendo efectivo para los políticos ya que la construcción de la nación incorpora elementos nativos en su proceso de formación, lo cual sigue siendo atractivo para la población.

Los elementos constitutivos del nacionalismo en Corea: legados culturales (aceptación de preceptos confucianos), homogeneidad étnica e historia, fueron relativamente importantes en la formación del Estado coreano moderno. La conjunción de estos elementos en el marco del estado no necesariamente fue el resultado lógico de los tres procesos→ 1) No es claro que los vínculos consanguíneos y étnicos hayan tenido algún valor político como fuente de identificación y unificación social en el período previo a la ocupación japonesa; 2) el uso intensivo de la cultura y la historia en el discurso para motivar sentimientos nacionalistas fue posterior a la construcción del nuevo estado coreano poscolonial[1].

La formación del Estado y el nacionalismo coreano tampoco fue un hecho aislado. Con el fin de la 2GM, hubo una explosión de movimientos de independencia en Asia y África. Éstos reconfiguraron los sistemas económicos y políticos internacionales, y las posibilidades de inserción de los nuevos estados. La inserción de Corea en el sistema moderno se dio en este nuevo marco histórico, caracterizado también por la división de los bloques capitalistas y comunista que configuró escenarios locales y regionales propicios para el conflicto y, interpretaciones de la realidad como un juego de suma cero, donde la supervivencia del régimen sería una preocupación fundamental. Este contexto influyó en la conducción económica y la creación de instituciones para transformar el potencial industria. El rol del estado era de preservar y proteger la economía, consecuentemente la nación y sus estructura políticas→ proteccionismo como estrategia lógica.

El nacionalismo coreano significó el medio para mantener distancia de la contraparte comunista, alcanzando un nivel de desarrollo industrial comparable al de Japón. La amenaza a la seguridad y la importancia adjudicada a la reconstrucción del aparato industrial como prerrequisito para el fortalecimiento del nuevo estado coreano fueron factores definitorios en la formación de una ideología que sirvió de “agente vinculante” para la movilización de fuerzas socioeconómicas.

El contexto internacional de Guerra Fría fue igualmente determinante en términos de canalización de presiones externas a favor de la élite gobernante coreana. El interés de Estados Unidos por mantener la estabilidad política en la península se manifestó en la tolerancia hacia un régimen desarrollista al que apoyó financiera y políticamente→ “indiferencia benigna”.

Para Cumings, el establecimiento de un régimen militar no era en sí mismo garantía de éxito para los planes de modernización: la articulación del proyecto de industrialización y crecimiento económico en Corea (en particular después de 1961) fue posible gracias al legado colonial japonés, especialmente en cuanto a la dotación de recursos humanos en la burocracia.

El nacionalismo económico coreano coadyuvó a la formación de instituciones que daban a las empresas nacionales ventajas en términos de exclusividad con relación a sus competidores extranjeros. Éstas recaían en el mercado interno como en el sistema de propiedad en el que la IED era restringida. La política comercial e industrial y la planificación económica centralizada fueron pilares claves del crecimiento económico y del desarrollo de una planta industrial integrada.

Debido a la incipiente formación de un sector empresarial y al estado de la infraestructura disponible, es improbable que los recursos en la década de los sesenta hubieran podido ser coordinados de manera rápida y exitosa únicamente mediante el mecanismo de mercado. Ante la presión del contexto se conformó una base institucional que favorecía la planificación y el proteccionismo.

El aparato institucional se caracterizaba por su centralismo y verticalidad, lo cual posibilitó mantener la distancia de los intereses económicos creados a raíz de la política industrial en las décadas de 1960 y 1970 y extraer recursos para canalizarlos selectivamente de acuerdo con la estrategia desarrollista (forjar un sector externo que impulsara al resto de la economía nacional a través del crecimiento por exportaciones).

Uno de los período más intensos fue a principios de los setenta. En 1973 el gobierno activó un plan de reconversión industrial en el que la industria del acero, de construcción, automóviles y química serían los bastiones del crecimiento económico. El “Gran Empuje” o Big Push, como se le conoce a la política industrial que transformó la estructura económica hacia la industria química y pesada con miras a fortalecer la autosuficiencia económica, fue ejecutada en el contexto del anuncio de disminución del apoyo de Estados Unidos en la región con la llamada doctrina Nixon.

Woo-Cumings apunta que los valores del desarrollo industrial y seguridad nacional en el noreste de Asia “fueron justificados por doctrinas de nacionalismo y anticomunismo que fueron exitosas como ideologías precisamente por su vacío intelectual: eran mejores conocidas por lo que proponían y por aquellos a lo que se oponían, que como un conjunto de ideas coherentes y satisfactorias intelectualmente.

El impulso nacionalista tuvo también excesos: el sobre-endeudamiento y la inflación fueron dos de las consecuencias más notables, además de las distorsiones en la economía. Éstos fueron castigados en los setenta con la crisis externas que menguaron la capacidad del gobierno para enfrentarlas y a finales de los 70’s Corea estaba sumergida en una crisis económica e inestabilidad política. El vacío de poder tras el asesinato de Park Chung-hee en octubre de 1979 y las presiones inflacionarias abrieron la posibilidad de reformas que, en apariencia, establecerían una visión distinta al nacionalismo económico.

El gobierno de ChunDoo-hwan (1980-1988) emprendió reformas de emergencia que tenían como propósito controlar la inflación. Las reformas fueron diseñadas e instrumentadas por un equipo de tecnócratas provenientes de KoreaDevelopmentInstitute (KDI), simpatizantes del “consenso de Washington”. En los 80’s varios de los pilares institucionales del estado desarrollista en Corea fueron desmantelados. Entre los cambios más importantes: la privatización de la banca comercial entre 1982 y 1983, la irregularización financiera, la apertura comercial y las reformas a la política industrial y al régimen de IED.

Varios de los cambios institucionales fueron graduales, pero las reformas del sector financiero, implicaron el debilitamiento de los mecanismos de control sobre los conglomerados industriales (chaebol). El impacto del cambio al régimen de IED fue menor ya que las posibilidades de acceso de las compañías multinacionales estaban constreñidas por el dominio de los chaebol de los sectores claves, incluyendo la distribución. Las reformas no redujeron significativamente la intensidad del nacionalismo económico.

En la década de los 90’s, factores internos y externos nuevamente aceleraron cambios en el estilo nacionalista de conducción económica. El proceso de democratización derivó en el establecimiento de acuerdo y alianzas políticas entre el régimen militar y la oposición de origen civil. Con la apertura a la competencia política, los vínculos tradicionales entre los grupos económicos y el gobierno sufrieron una transformación significativa ya que el capital industrial lograría tener mayor libertad de acomodar sus compromisos con la diferentes facciones y grupos de poder. Otro factor fue la mayor incorporación de tecnócratas neoliberales en la burocracia coreana. El reajuste de prioridades puso a la estabilidad y control de la inflación por encima del crecimiento económico y el pleno empleo. El aparato burocrático también fue sujeto a reestructuración. La política industrial fue sometidas a reformas que privilegiaban la intervención reactiva, funcional, y general en lugar de proactivas, discrecional y selectiva.

En el ámbito externo, el contexto de seguridad a nivel global también sufrió alteraciones. El relajamiento de las tensiones de la GF y la mayor prosperidad, el terror político, y el frenesí desarrollista se atenuaron. Bajo la estrategia de globalización, el gobierno de Kim Young-sam (1993-1998) introdujo reformas económicas que parecían revertir el proteccionismo y los excesos del pasado. Las actitudes nacionalistas en diferentes sectores no abandonaron la escena política durante el régimen.


¿Globalización y cambio de paradigma?

En la década de los noventa llegó al poder el primer gobierno civil con el presidente Kim Young-sam. Éste trajo grandes expectativas de cambio, y una gran parte de los programas de reforma fue dirigida a enmendar la supuesta incompatibilidad entre el contexto económico externo y el interno. Con el fin de la GF, el “otro”, el enemigo, ya no era tan claro. Se dio paso a una campaña de promoción de ideas neoliberales y el concepto globalización se popularizó en términos de competencia económica y la tendencia a reducir y eliminar barreras al intercambio comercial y financiero. Este proceso conduciría eventualmente a la desaparición de reglas que excluían productos, servicios y capital de origen extranjero, es decir, la nacionalidad no era importante.

En el caso de Corea, el nacionalismo tomó desde su origen una forma defensiva (no agresiva y expansionista en términos militares como lo había hecho Japón durante la primera mitad del siglo xx ). En el ámbito económico, contribuyó a la estrategia de modernización e industrialización mediante la exclusión de capital extranjero que pudiera interferir en la autonomía del gobierno y las empresas. Bajo el nuevo esquema la estrategía debió reformularse, pero se trató de una redefinición en el contexto de globalización. Globalización y competencia son ingredientes del nuevo nacionalismo económico como fuerza o “agente vinculante” que posibilita la movilización social y la reconfiguración de estrategias corporativas reflajadas en el creciente establecimiento de oficinas y unidades de producción en otros países.

El Estado coreano integró la globalización como parte de la agenda nacionalista. La estrategia de globalización tenía como propósito fomentar la competitividad nacional en el mercado global, incluyendo la reforma de instituciones económicas → Segyehwa. A nivel doméstico, implicaba mantener el papel orquestador entre las diferentes fuerzas socioeconómicas- empresas privadas y sector laboral- en el contexto interno de democratización. El gobierno seguiría presente mediante el establecimiento de directrices y prioridades a través de su política económica y de las agencias creadas para coordinarla (ej. Comité Promotor de la Globalización, 1994). Tanía como pilar fundamental el fortalecimiento de la identidad nacional precisamente como fuerza de cohesión y elemento fundamental de competitividad. La experiencia reciente de éxito económico ejerció igualmente una fuerza positiva de integración y disposición al sacrificio.

La política de globalización mostró las dificultades del proceso evolutivo de cambio institucional. El poder creciente de los grupos industriales y la necesidad de legitimación de la política económica derivó en regresiones constantes a prácticas que favorecían el crecimiento económico en lugar de la estabilidad y el control inflacionario. Las políticas anticonglomerados enfrentaron resistencias por parte de los grupos industriales y de los sectores conservadores del gobierno, lo cual hizo sumamente complicada la combinación de principios de mercado, democracia y el corporativismo. Esto convirtió las políticas de reforma y globalización en mera retórica. El gobierno fue incapaz de franquear las contradicciones entre las reminiscencias del esta­do desarrollista coreano y la política de puertas abiertas, lo cual benefició solamente a los chaebol, quienes mantuvieron sus prácticas nacionalistas y exclusivistas. Las reformas fallaron al no establecer los contrapesos necesarios para contrarrestar el poder de los conglomerados mediante la fuerza del mercado. La capacidad de control y vigilancia del gobierno fue quedando rezagada dando pábulo a los excesos individualistas de los chaebol.

La crisis de 1997 significó para muchos la evidente debilidad del modelo coreano en el nuevo contexto y una señal inequívoca de que Corea debía dejar atrás sus actitudes y prácticas proteccionistas, características del nacionalismo económico. En 1998 aceptaron las condiciones del Fondo Monetario Internacional ( fmi ) a cambio del rescate financiero. La crisis no necesariamente redujo el sentido nacionalista ni borró el orgullo patriótico que, en última instancia, dio ímpetu a la recuperación: el “sacrificio” económico se justificó y se consideró necesario para sostener la identidad nacional.

La inversión extranjera fluyó a Corea en cantidades sin precedente, y muchas empresas fueron vendidas parcial o totalmente al capital internacional. Fue un duro golpe pero resultó un incentivo para reformar el sistema y replantear los esquemas de interacción con la economía internacional. Bajo la presión del FMI y el ambiente negativo hacia los grandes conglomerados, el gobierno coreano pudo concluir las reformas institucionales que anteriormente habían sido bloqueadas. En el primer año del gobierno de Kim Dae-jung (1998-2003), los sectores financiero e industrial se sujetaron a cambios institucionales que en apariencia conducirían inevitablemente al reemplazo del gobierno en la conducción económica por el del mercado. Durante el gobierno, las principales fuerzas políticas desarrollaron un consenso general sobre la necesidad y el valor de fomentar la globalización (ej. continuó con la política económica de puertas abiertas). Se estableció como prioridad la liberalización, y se facilitó la inversión extranjera directa como pilar del desarrollo. En parte como resultado de la crisis, la reducción del valor de las compañías coreanas y los cambios a la regulación, así como los incentivos fiscales, el ambiente de negocios en Corea parecía haber mejorado.

Persistieron los sentimientos y mentalidad nacionalistas (ej. exclusivista y antiextranjera, un número notable de transacciones enfrentaron obstáculos de diversas índole). Prácticamente todos los obstáculos tienen que ver, en alguna me­dida, con la mentalidad, actitudes y prácticas derivadas del nacionalismo económico coreano. El nacionalismo seguía siendo un factor determinante en el ambiente. La percepción de este grupo de empresarios sobre el nacionalismo económico en Corea es negativa, pues se interpreta como un obstáculo para la integración de Corea a la economía global, impidiendo el entendimiento y aceptación de ideas y culturas extranjeras.

La continuidad puede explicarse también por la naturaleza del proceso de globalización en Corea. La política de globalización emano de la propia iniciativa del gobierno, interpretando esta postura como una medida nacionalista que establecía las prioridades y directrices de desarrollo. La globalización como política de Estado para el fortalecimiento de la competitividad de la economía nacional.

El gobierno de RohMoo-hyun (2003-2008) reconoció que era preciso dar continuidad a la política económica exterior que facilitara el intercambio económico y financiero con el exterior más allá de la promoción de exportaciones. Lo llevó a cabo mediante políticas específicas que dirigieran recursos y apoyos para la consolidación del proyecto de hacer de Corea un centro financiero y de negocios regional (plan lanzado en 2002). Se adjudicó la misión de atraer inversión extranjera y suplir la precaria iniciativa de los conglomerados en cuanto al establecimien­to de competencia extranjera en la economía coreana y su actitud negativa hacia las fusiones y adquisiciones. En la actual estructura económica coreana, en la que predominan los servicios y las industrias de uso intensivo de tecnología, las políticas que promueven la investigación y desarrollo en estas áreas buscan reducir la dependencia respecto de empresas multinacionales en ese factor clave. Se trataba del reajuste del nacionalismo económico coreano y de las funciones del Estado.

Si en efecto, la apropiación de la globalización se trata de una visión instrumentalista del nacionalismo económico, entonces podría decirse que en Corea no ha ocurrido un cambio de paradigma. Esto quiere decir que aun cuando la globalización y la liberalización de comercio y capital en Corea hayan cambiado las instituciones formales que sustentaron el estado desarrollista, en la práctica, el nacionalismo sigue estando vigente como enfoque de políticas públicas.


Nacionalismo económico en el sector privado

Las grandes empresas también pueden presentar expresiones notablemente nacionalistas, en particular en cuanto al tema de la exclusividad de propiedad, sistemas de distribución y subcontratación y distribución de mercado. A pesar de las reformas implementadas, la toma de decisiones corporativas sigue estando, en buena medida, en manos de coreanos y en función del interés nacional.

La promoción de la industria nacional y la exclusión de firmas extranjeras durante el periodo de despegue económico (décadas de 1960 a 1970) significó que la mayoría de los empresarios coreanos, particularmente los dueños y fundadores de las

grandes corporaciones, desarrollaran sentimientos profundos de autosuficiencia. Esto fue posible gracias a que los grupos económicos tuvieron asegurado el financiamiento, la protección­ y un vasto abanico de incentivos para su expansión. El nacionalismo industrial estaba arraigado en los hábitos de pensamiento y en la práctica de los conglomerados coreanos y fue fortalecido institucionalmente por la estructura del estado desarrollista. Dentro de dicha estructura, el principio de privilegiar el crecimiento económico era, en el ámbito psicológico, la mejor fórmula de movilización de lealtades y aceptación del capitalismo para fomentar la armonía y promover la estabilidad, el progreso y la paz. La correlación entre el contenido nacionalista de la planificación económica, las acciones de los grupos industriales y el

éxito de las políticas de crecimiento económico implantaron un patrón de conducta que instituyeron líneas comunes de juicio y expectativas.

El nacionalismo industrial se acompaña principalmente de actitudes y prácticas corporativas que impiden la participación de empresas y ejecutivos extranjeros debido al interés de preservar la autonomía en la propiedad y dirección de la empresa (ej. reticencia de aceptar las fusiones y adquisiciones que involucran capital extranjero).

Otra forma que se refleja es la concentración económica. Los grandes conglomerados, aún después de la crisis de 1997, siguen manteniendo su pree­mi­nencia en la actividad económica traducida en producción, valor de exportaciones, consumo de crédito doméstico e internacional, etc. No obstante, las compañías pertenecientes a los conglomerados ocupan menos del 3% de la mano de obra, una gran cantidad de empresas pequeñas y medianas dependen de los conglomerados.

Las grandes empresas coreanas también se han internacionalizado y tienen inversiones sustanciales en prácticamente todos los continentes. La respuesta de las firmas coreanas a la globalización ha sido muy parecida a la de empresas en los países industrializados en cuanto a la búsqueda de condiciones económicas favorables para invertir y en la creación de una red global de producción, desarrollo, transferencia y adquisición de tecnología, suministro de insumos y distribución.


Conclusiones

Es posible argumentar que el nacionalismo económico también puede convertirse en un factor que contribuya a la fortaleza del país en medio de un contexto de competencia global. Por ello, en parte, los gobiernos coreanos han sido muy activos en la promoción de la cultura coreana tanto dentro como fuera del país, particularmente desde la década de los noventa hasta la actualidad.

La significación adjudicada a la autonomía como valor fundamental del nacionalismo económico ha sido de gran importancia tanto para el gobierno como para las firmas privadas en Corea, no obstante la apertura económica de los últimos 35 años. La autonomía es crucial para mantener el paso del desarrollo tecnológico y limitar la dependencia de los países más avanzados. En este sentido, la competencia con las grandes compañías transnacionales es ciertamente la fuerza motora y ejerce la función de incentivo para mantener el control dentro de los límites nacionales, o bien, de las empresas coreanas aún en el exterior.

En conclusión, Corea ha reconfigurado su nacionalismo económico de tal forma que el gobierno, a través del aparato del estado, mantiene una presencia sustancial en la promoción y fomento económico. La política de globalización, por ejemplo la liberalización, es consustancial al proceso de generación de competitividad aunque éste implique el apoyo directo e indirecto a los grupos industriales que probablemente no lo necesiten. El hecho es que la economía coreana se mantiene en tre las primeras 13 del mundo, y los productos coreanos son cada vez mejores y más aceptados en los mercados extranjeros. Por lo tanto, la continuidad de esta estrategia es previsible ya que ha demostrado su compatibilidad con la realidad de la competencia internacional, aun bajo la presión económica, política e ideológica de los detractores del modelo coreano de desarrollo.




[1] El Confucianismo incluso fue atacado por grupos nacionalistas que identificaban esa doctrina como la causante del atraso institucional, la dependencia del exterior (ej. China y posteriomente Japón) y la explotación por parte de la aristocracia (Duncan).


 
 
 

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