"Iglesias cristianas s. XIX y XX - Historia Contemporanea I - SHIRKIN"
- cecsprensa
- 18 nov 2014
- 19 Min. de lectura
5 La Iglesia católica
La Iglesia mantiene en esta época y refuerza la centralización administrativa y espiritual lo que obliga al estudio de las principales etapas
5.1. El impacto de la Revolución Francesa. Choque y primeras formas de compromiso. El concordato con Napoleón
El primer choque de la revolución liberal con la vieja Iglesia católica se sitúa en Francia.
Las primeras medidas de la política eclesiástica de la revolución triunfante son tomadas en un contexto en el que la conciencia de la necesidad de la reforma de la Iglesia es general en la sociedad francesa
La revolución no pretende atacar a la Iglesia. Muchas medidas destruyen las estructuras eclesiásticas del Antiguo Régimen las inician el propio clero. Pertenecen a él muchos de los que votan la supresión del diezmo
La dirección que toma la Revolución en su política de reforma eclesiástica hace situarse en la línea del más puro galicanismo, muy asimilado por una gran parte del clero francés.
Es la propia dinámica de radicalización progresiva de una Revolución acosada por la reacción, la que ocasiona a su vez la radicalización extrema de la política eclesiástica hasta llegar al punto crucial de la ruptura durante el Terror con sus medidas abiertamente anticristianas.
Las principales actuaciones de la Revolución fueron:
-Supresión del diezmo.
-Nacionalización de los bienes del clero y puesta en venta de los mismos, noviembre de 1789
-Secularización de las órdenes y congregaciones religiosas, febrero 1790
-Constitución civil del clero, julio de 1790: Es la que va a centrar la tensión y conducir al conflicto abierto. Pretendía la reconstrucción de la Iglesia de Francia y su ubicación en el marco del nuevo orden político definido por el texto constitucional fundamental. Significaba un amplio plan de reforma administrativa de la Iglesia: división de las demarcaciones diocesanas sobre el nuevo mapa departamental francés, equilibrada distribución parroquial, jerarquías electivas, clero asalariado a cargo del Estado, etc. Reforma que implicaba la ruptura con Roma. El Sumo Pontífice mantendría una primacía honorifica pero no real. Prolongaba la política galicana de sometimiento de la Iglesia al E francés. Fue hecha al margen de cualquier intervención del Papado lo que provoca que los obispos franceses la rechacen hasta contar con la aprobación del Papa
- Obligación de prestar juramento a la nueva constitución de la nación del 1791(que contiene entre sus apartados la constitución civil del clero) De esta manera se llega a un gravísimo problema la división en dos de la Iglesia francesa: la Iglesia romana por un lado y la Iglesia constitucional por otro. La primera con el clero refractario y la segunda con el juramentado.
Con el climax del Terror que aporta unas nuevas políticas religiosas: culto a la diosa razón, al ser supremo, etc, se incrementa la persecución religiosa, pero incluyendo a la Iglesia constitucional. La fuerza de las opiniones anticlericales e incluso anticristianas va ganando terreno.
La situación de la Iglesia francesa es graves la de Roma es angustiosa. Continúa la ausencia de dirección y el silencio por parte del Papa que se encuentra en una situación conflictiva en sus propios Estados Pontificios. A la gravedad de los problemas internos se une en el exterior la amenaza de nuevo ejército revolucionario francés.
Esta amenaza se concreta definitivamente en las victoriosas campañas de un Napoleón dueño de Italia que va a acabar por humillar gravísimamente al Papado. Por el Tratado de Tolentino de 1796 el Papa cede a Francia parte de los Estados de la Iglesia y una enorme contribución de guerra. En Febrero de 1798 Napoleón entra en Roma y depone al Papa proclamando la Republica romana, tras lo cual toma prisionero a Pio VI.
Esta política va a conducir a la firma de un Concordato entre Francia y Roma en 1801que presidirá las relaciones Iglesia- Estado hasta 1905, una larga etapa.
La Iglesia con el nuevo Papa, Pio VII va a comprender que con el Concordato entre Francia y Roma llegaba la gran oportunidad para proceder a su reconstrucción en Francia y no va a estar dispuesta a desaprovechar esta ocasión. Napoleón va a llevar las negociaciones convencido de las ventajas del compromiso Ventajas en lo político y otras derivadas de su propia filosofía política. El creía que la religión funciona en un sentido d apaciguamiento y cohesión social facilitando las tareas de los gobernantes.
Con el Concordato pretendía servirse de una Iglesia fuerte, y unida en el seno de su proyecto imperial.
5.2. La era post-revolucionaria. La Iglesia en el marco de la Restauración europea. Intransigente frente a liberales
Se inicia una etapa de estabilización forzada por las potencias vencedoras reunidas en el Congreso de Viena
La Iglesia católica nos ofrece diversos aspectos:
Nos presenta la evidencia de la confortable posición política en la que va a encontrarse tras los sobresaltos anteriores, tranquilizada por el apoyo de unos gobiernos que aprecian las ventajas para sus propios proyectos políticos de restauración del viejo orden y de freno al liberalismo, significaban los apoyos de la autoridad eclesiástica. Va a ser impulsada desde Roma para reconstruir e impulsar nuevas iniciativas y actividades en una política de recuperación católica.
- Un segundo aspecto menos optimista es la alianza con la Restauración y sus regímenes absolutistas refuerza la oposición militante de los movimientos liberales frente a la institución que ha unido su suerte con la contrarrevolución
Por otra parte, la Iglesia concentrada en esta posición defensiva cerrada sobre si misma, permanece ajena a los movimientos ricos en esos primeros decenios del siglo XIX. Se trata de una etapa de declive intelectual y de comprobación del alejamiento progresivo de las minorías más activas en el campo del pensamiento.
Esta realidad negativa no impide que se dé otra de signo opuesto. Se trata del fenómeno de revitalización religiosa que va a producirse en determinados sectores sociales: reforzamiento de los cuadros eclesiásticos, celo renovado en el clero, despertad de los laicos por a una fe más activa, conversiones espectaculares de no católicos o increyentes, multiplicación de las obras de caridad, etc.
Un último aspecto, negativo este, va a resultar decisivo de cara al futuro, específicamente en el pontificado de Pio IX. El papa continua siendo soberano temporal en los E pontificios y jefe espiritual de todo orbe católico, doble soberanía que hipoteca la acción apostólica del Papado, introduciendo interese y preocupaciones que le apartan de su ministerio evangélico.
El Papado va a concentrar gran parte de su energía en salvaguardar territorios que va a acabar perdiendo, pero que consideraba, indispensable para mantener su jefatura católica.
Todo un conjunto de factores contribuye a potenciar el fenómeno de la centralización romana que ira constituyéndose en uno de los más definitorios del catolicismo de los siglos XIX y XX.
La alianza entre el trono y el altar le permite al papado reconquistar una parte del terreno perdido en el siglo XVIII. Roma reivindica y obtiene una participación más eficaz en los nombramientos episcopales.
Pero es sobre todo la necesidad incrementada de defenderse que experimentan unas Iglesias nacionales en dificultades ante una Revolución con pérdida de influencia en la sociedad civil y presiones gubernamentales la que empuja a mirar a Roma y hacer piña en torno a la cabeza visible de la Iglesia.
Con Gregorio XVI a partir de 1831 va a ir continuando en el interior de la Iglesia el desarrollo progresivo de dos corrientes que se definen a partir de su posición frente al liberalismo para la fe y por el otro lado para la dimensión religiosa de la sociedad. Por una parte están los llamados intransigentes o ultras y por otra los católicos liberales. Entre ambas corrientes se va a ir desarrollando una polémica que abarcara el siglo XIX y gran parte del siglo XX.
Se va haciendo mas y mas evidente para todos que la revolución liberal representa un desafío definitivo para las viejas instituciones y que la amenaza, lejos de debilitarse continua viva y activa.
A pesar de que el propio Papa se muestra antiliberal. El balance entre intransigentes y católicos pro-liberales no va a ser del todo claro hasta Pio IX con el que se condena al silencio las posiciones aperturistas imponiendo el inmovilismo.
Los intransigentes suponen que la libertad moderna es el mayor enemigo de la religión y que es preciso impedir que le permita infiltrarse en el edificio católico. Defendían la sociedad del Antiguo Régimen y las relaciones mantenidas entre el poder político y religioso. Así defendía una soc jerarquizada, fundada sobre el privilegio, la fe católica era considerada el único fundamento del E y los DD políticos y civiles estaban subordinados a la fe.
Los argumentos principales de ellos se sitúan en la línea de demostrar la función social de la religión. Insisten en la necesidad de mantener unida a la Iglesia con el Estado, no solo en bien de ella sino como salvación de este y de la propia sociedad. Entre las figuras más notables se destacan Joseph de Maistre o Louis Veuillot, Luigi Fransoni.
Frente a estos los católicos liberales que parten de un análisis desde el optimismo. Consideran falsa la proclamada incompatibilidad con el liberalismo. Consideran que una actitud positiva del creyente frente a aquel no puede esperar más que su propio enriquecimiento interior. Es preciso favorecer el diálogo entre la Iglesia y una nueva realidad histórica política. Creen que el Antiguo Régimen aporta más bien desventajas. Consideran que el ideal de libertad y de dignidad humana es el que coincidía plenamente con los ideales del cristianismo primitivo. Defienden la necesidad de separar la sociedad civil de la religiosa y piensan que la Iglesia no tiene mucho que ganar en un apoyo del Estado pues pierde su libertad de acción. Consideran negativos los concordatos.
Promueven desde la Iglesia una amplia reforma en: rechazo del eclesiastismo post tridentino, defensa de la acción laical, insistencia en el aspecto carismático de la Iglesia cuerpo místico de Cristo y vuelta a la pobreza cristiana originaria.
La dirección romana, la curia y el propio Papa consideraron la época inadecuada para iniciar reformas.
En 1932 Gregorio XVI publica la encíclica Mirari Vos en la que condena los principios del liberalismo político y religioso. Condena la publicación de L’Avenir que consideraba que la salvación de la Iglesia estaba en separarla del Estado, esto genero una gran frustración en quienes esperaban encontrar comprensión del Papado. Igualmente seguirá llevando Montalambert la antorcha del liberalismo católico
En Italia está presente la cuestión romana. Frente a ella los cristianos liberales intentan conciliar el logro de la unidad nacional con la independencia y libertad del Papa. Insisten en la distinción entre religión y política.
5.3. El incremento de la tensión. Pio IX y la cuestión romana
El pontificado de Pio IX se extiende desde 1846 hasta 1878, significaría el punto máximo de tensión entre el catolicismo y la civilización moderna. Conduciría a la Iglesia con decisión creciente por el camino de la defensa a ultranza de las posiciones más antiliberales.
Con el va a reinar una gran cohesión interna en la Iglesia, un prestigio del Papa en el conjunto del mundo católico, una mejora de la calidad de la vida religiosa de los fieles y expansión misionera por el mundo.
Su gran obra será la consolidación de la política de centralización y uniformización de la Iglesia, así como el apoyo al ultramontanismo. El triunfo del ultramontanismo fue tanto el triunfo de una doctrina, cuanto el de un hombre, como, también, que este triunfo fue tanto la exaltación del Papado como la exaltación del Papa. Lo consideraba la forma de restauración y de expansión de la vida católica en aquellos países afectados por el triunfo de unos Estados laicos y agresivos, también creía que era el mejor medio para agrupar todas las fuerzas vivas del catolicismo para reaccionar contra el liberalismo anticristiano.
Tenía una entrega de sí mismo a la Iglesia, servir a la iglesia fue toda su ambición.
El Concilio Vaticano I
Se iniciaron sus sesiones el 8 de diciembre de 1869, desde su anuncio se había producido un aumento de la tensión entre las corrientes de opinión que enfrentaba en el seno de la Iglesia desde hacia varios decenios: católicos liberales y neogalicanos por una parte, ultramontanos y adversarios de las libertades modernas por otra.
Fue presentado como un proyecto de revisión de cuestiones de doctrina y legislación pero en las primeras operaciones parecieron confirmarse las sospechas de los aperturistas de que la curia pretendía encontrar con el concilio la oportunidad de hacer aceptar oficialmente sus tesis más irreductibles. Así este tema de la infalibilidad se convirtió en el verdadero eje del mismo y entorno a él se va a producir la división ideológica de los Prelados asistentes.
Por una parte, estaba la mayoría, con posiciones infalibilistas y centralizadoras de la Curia y de un grupo numeroso de Cardenales tradicionalistas, incluía también a otros no tan antiliberales que deseaban una definición solemne de la infalibilidad personal del Papa.
Frente a ellos la minoría que rechazaba su proyecto. Permanecían fieles a una concepción del magisterio eclesiástico de que el Papa no puede resolver en cuestión de doctrina independientemente del cuerpo episcopal. Creían que ese proyecto aniquilaba prácticamente el episcopado.
En el mes de marzo el Papa decide aceptar la petición de la mayoría de incluir el apartado definiendo la infalibilidad papal en el proyecto de constitución dogmatica sobre la Iglesia que había sido distribuido ya entre os Padres. La combatividad se incrementa y mas con la intervención personal, decisiva del papa cuando se confirma la anticipación de la discusión sobre ese apartado a los otros de la constitución dogmatica alterando el orden prefijado
A lo largo de las sesiones va a ir apareciendo un tercer partido, constituido por Padres conciliares moderados, que deseaban llegar a formulas transaccionales con las que nadie pudiera sentirse arrollado y con la que fuera posible evitar la división definitiva de la asamblea.
Finalmente la constitución Pastor aeternus seria votada el 18de julio de 1870 quedando definida la infalibilidad del primado y supremacía de jurisdicción sobre toda la Iglesia.
Si bien no se había conseguido evitar la infalibilidad se la había matizado “la infalibilidad del papa tiene la misma extensión que la infalibilidad de la Iglesia”
En la votación final se vio aprobada la constitución y el nuevo dogma.
Es importante resaltar la coincidencia de esta definición de la infalibilidad y de la primacía jurisdiccional sobretodo la Iglesia del obispo de Roma con el final de su poder temporal. El 20 de septiembre entraban las tropas italianas en Roma y privaban al Papa de lo último que le quedaba de sus antiguos Estados.
Poco a poco los obispos que no se habían querido sumar van a ir sometiéndose solo un grupo pequeño rompe con la Iglesia, nace así la pequeña Iglesia de los Veterocatolicos.
5.4. León XIII ¿Hacia un dialogo con el liberalismo? La Rerum novarum
León XIII es un Papa que introducirá un cambio importante en la política vaticana. Se sigue mostrando firme en cuestión de principios y contrario a la democracia, la libertad de prensa, la de cultos, la separación de la Iglesia y el Estado. Continúa cerrado a aceptar el nuevo E romano y la pérdida de su poder temporal.
A diferencia de Pio IX ve que si la Iglesia quiere sobrevivir debe adaptarse a las nuevas realidades, convivir, dialogar tanto en el nivel ideológico como en el político y practico.
La orientación que va a marcara los católicos con respecto a la actitud a seguir en el terreno político es realista y contemporizadora. Aconsejan que se abandonen inútiles condenas a las instituciones y discusiones sobre el régimen ideal y se pongan de acuerdo para utilizar eficazmente las instituciones liberales con el objetivo de constituir las reivindicaciones católicas esenciales.
En el terreno de las ideas es consciente de la importancia que tiene para la iglesia el mantenerse abierta y dialogante con las ciencias.
Leon XIII comprende que la dirección de la iglesia debe tener su propia palabra su doctrina especifica católica para ello creara la encíclica Rerum novarum es el resultado y la obra personal de León XIII. A pesar de que participan numerosos países.
La encíclica puede resumirse en 4 puntos esenciales:
Es revalidado el D natural de propiedad privada, pero esta subrayado su función social
Se atribuye al E la obligación de promover la prosperidad pública y privada, con la superación del absentismo estatal liberal. Son marcados los limites insalvables a la acción estatal
A los trabajadores les son recordados sus deberes con respecto a los empresarios pero también que a ellos se debe por estricta justicia un salario suficiente para asegurarles un nivel de vida humano
Se condena la lucha de clases pero se reconoce a los obreros el D de reunirse para defender sus derechos en las asociaciones.
Este documento va a ser aplaudida en los círculos católicos inquietos, rechazada en otros y considerada por los revolucionarios como reaccionaria o directamente anti socialista.
Su aparición proclamo los DD de los obreros en cuanto de la injusticia del sistema liberal. Con él se va a dar el reconocimiento del sindicalismo cristiano, ponía a los sindicatos al miso nivel de las corporaciones, pero este simple hecho significo la victoria en el interior del catolicismo social del sindicalismo sobre el corporativismo, y la adaptación de la Iglesia a las nuevas exigencias.
La política de León XIII permitido reconquista para la Iglesia y para la Santa Sede un prestigio del que no gozaba y una autoridad moral considerable.
5.5. La crisis modernista
La dirección papal no había dejado de mostrase a lo largo del XIX desconfiada en los avances de las ciencias de la naturaleza y los métodos modernos de crítica.
Pio IX decía que no se podía dejar que la razón invada para sembrar confusión en el terreno reservado para la fe. Se había mostrado firmemente a la defensiva. Su política intelectual se había limitado a una serie de condenas contra diferentes líneas de investigación. La situación intelectual filosófica y científica del catolicismo fue empobreciéndose cada vez mas has presentar una realidad negativa.
León XIII significo un claro cambio de actitud. Se presenta como el Papa de la conciliación, aprueba la reunión de los congresos internacionales de sabios, abrir los archivos del vaticano, facilita el acceso a la biblioteca vaticana, impulsa grandes ediciones.
Da un impulso decisivo al movimiento ya existente a favor de una doctrina como al de Sto. Tomas, entendiendo que esta constituía un método aplicable a la época contemporánea y valió para poder conciliar el progreso científico. En la encíclica Aeterni Patris pide a los profesores basar su enseñanza en Sto. Tomas. En 1880 funda una Academia tomista y hace iniciar una edición de las obras Doctor Angelico. Favorece la creación de la Universidad de Friburgo y del Instituto de Lovaina. Se preocupaba por la formación intelectual del clero.
El frenazo vendrá con Pio X dentro de la crisis conocida como el modernismo. Se entiende por modernismo una pluralidad de tendencias reformistas, que si bien nunca habían acabado de desaparecer por completo, van a mostrar signos nuevos de su dinamismo en el catolicismo de principios del siglo XX, apuntando en direcciones muy variadas. Lo que lo caracteriza es la variedad de sus inquietudes y la inconcreción de su programa y el deseo de reconciliar catolicismo y modernidad.
Encontramos: planteamientos reformistas generales más conocidos, el primado de la conciencia, la conciliación entre autoridad y libertad, la autonomía de la ciencia, etc.
También una aspiración a una acción social más clara que superase los estrechos límites entre los cuales León XIII había encerrado a la democracia cristiana.
Encontramos una línea de nuevas exigencias planteadas por los distintos círculos de estudiosos en sus trabajos de tipo filosófico, exegético, histórico que implicaban la libertad en la investigación.
La renovación de las ciencias eclesiásticas se pasaba a una búsqueda de nuevos fundamentos para todo el cristianismo que iba a desarrollar planteamientos novedosos en el terreno filosófico y teológico.
Los modernistas entendían que su labor reformadora debía hacerse desde el interior de la Iglesia, deseando seguir perteneciendo a ella. Entre ellos Alfred Loisy que paso de plantear los problemas sobre la libertad de investigación en su trabajo como exegeta a plantearlos de tipo filosófico religioso, preferentemente en relación a la interpretación de las Sagradas Escrituras, el sentido de la verdad divina que se contiene en ellas y el valor de la Iglesia que la conserva. Conseguiría con sus escritos catalizar un malestar presente en numerosos intelectuales católicos y provocar un animado debate teológico.
Pio X empezaría a tomar medidas disciplinarias para frenar esta variedad de manifestaciones de la crisis modernista. Al ver que esto tomaba más fuerza quiso tomar la batalla contra ella. Así en 1907 efectúa una condena de 65 proposiciones extraídas de diversas obras, y publica ese mismo año la encíclica Pascendi Domini Gregis en la que denunciaba y condenaba bajo el término de modernismo un conjunto de doctrinas muy diverso, considerándolo como “la síntesis de todas las herejías”
Las estrictas medidas represoras surgen su efecto con relativa facilidad dado que el modernismo había calado fundamentalmente en círculos minoritarios que van a quedar privados de sus jefes al ser estos expulsados de la Iglesia. Se efectúa una campaña de denuncias que fue ampliándose y creo una atmosfera cargada y insana.
5.6. El papado ante la crisis política. Las guerras mundiales: 1914-1945
En los años que van de 1914 a 1945 el mundo conoce un torbellino de conflictos. La extensión y la gravedad de estos colocaran a la Iglesia ante una serie de problemas morales, jurídicos y diplomáticos.
Pio X muere en vísperas de la gran guerra. La Santa Sede se encontraba aislada y no tenia posición en la política internacional, la política de este Papa buscaba evitar incorporar a la Iglesia en el plano mundial y reforzar los aspectos espirituales, tenía una falta de intereses por la política internacional.
Su sucesor Benedicto XV asume y contribuye a la paz frente a unas naciones embarcadas en la locura de la guerra, poniendo su autoridad moral. Esto ocurría porque la política eclesiástica comprometidos con el conflicto bélico y porque la guerra amenazaba a unidad moral del mundo católico. La entrada de Italia en la guerra resultaba comprometedora para el Vaticano. La guerra interrumpía el esquema de funcionamiento de las RR DD de Roma con los E beligerantes.
La política de paz exigía la neutralidad. Su posición era condenar la guerra sin especificar responsabilidades y sin condenar la defensa armada de los que eran los agredidos. Defendía de la paz denunciando los nacionalismos exagerados.
El papa recibió muchas críticas. Los aliados se achacan su neutralidad a incapacidad o a la falta de voluntad para condenar las agresiones e injusticias y se le acusa de parcialidad a favor de los Imperios centrales.
Las quejas de los aliados se sucederán en especial con los intentos de la Santa sede de impedir la entrada de Italia a la guerra. Sin embargo, Benedicto XV tendrá una posición de condena a la ocupación por Alemania de Bélgica neutral en 1915 que provoco la protesta alemana
Igualmente discutido será su intento de mediación en 1917. Benedicto estaba convencido de la necesidad de conseguir una paz sin vencedores ni vencidos y deseosos, también, de no dejarse tomar la delantera en la incitativa de pacificación por la Internacional Socialista, propone las bases de lo que pretende ser una paz justa. Su propuesta no encuentra eco.
A este fracaso le siguió la decepción de verse excluido de las negociaciones de los tratados de 1919. El Papa los considero inspirados mas en sentimiento de venganza que de justicia y preparatorios de nuevos conflictos y enfrentamientos. Tampoco podrá participaren la creación de la Sociedad de Naciones.
Pio XI y el periodo de entre-guerras
En 1922 asume Pio XI será el Papa del periodo que va de la primera a la segunda guerra mundial y el que tendrá que encarar el triunfo de los Estados totalitarios. Postulaba una nueva cristiandad que renunciando a las formas institucionales del Antiguo Régimen se esforzaba en recrear el espíritu en el seno de la sociedad contemporánea mediante medios modernos. Insistirá en la dimensión universal de la Iglesia imprimiendo un gran impulso a los esfuerzos misioneros. Combatirá en todos los dominios contra la secularización de las instituciones y costumbres. Va a trabajar en la creación de una Acción Católica de los laicos, invitados, cada uno en su esfera, a hacer penetrar los principios cristianos en los distintos ámbitos de la vida social.
En 1926 condena al nacionalismo extremista de l’Action Francaise que había conseguido conquistar a católicos incluidos obispos.
La política de este Papa se puede definir en sus líneas maestras como de combate contra el laicismo liberal además de sus esfuerzos permanentes en pro de recodar los principios y orientar la actividad de los católicos en la dirección necesaria, desplegara también una intensa actividad diplomática, jurídica e institucional. Multiplica los contactos con los gobiernos esperando obtener de ellos medidas convenientes para el desarrollo de la vida cristiana y continuar con las actividades de la Acción Católica. Prefiere firmar concordatos para obtener garantías jurídicas. Así firmo numerosos concordatos.
Se considero esta política o bien ingenua o bien oportunista o simplemente arcaica. Con estos consigue el reconocimiento de su derecho de elección de obispos, obtiene comunicaciones entre el clero, los fieles, Roma, inmunidades fiscales militares para los clérigos, una legislación favorable a las organizaciones laicas católicas y a las enseñanzas de la Iglesia, garantías para la propiedad eclesiástica y para la libertad de las comunidades religiosas y su capacidad jurídica. Así el papado toma sus precauciones contra todo acoso del estado laico y cuida reservarse ciertos medios de acción, al mismo tiempo, acaba su obra de centralización.
Fin de la cuestión romana. Los pactos de Letrán
La contundencia de la condena efectuada por Pio XI contra el movimiento totalitario Action Francaise, no se corresponde con la actitud que tomara en Italia con respecto a un fascismo incipiente. La Santa Sede comprendió que se le ofrecía una ocasión para acabar de conseguir la reconciliación Iglesia-Estado en Italia, aprovechándose de los intereses del nuevo régimen en esta misma dirección.
Mostro interés en acabar la cuestión romana cuanto en conseguir una regulación para la vida de la Iglesia de Italia. En el primer aspecto se llega al Tratado por el que Pio XI reconocía l reino de Italia con Roma como capital, e Italia, por su parte, la soberanía del Pontifice sobre un minúsculo territorio que constituía el Estado de la ciudad del Vaticano
En el segundo aspecto, se llega a un concordato por el que la Iglesia obtenía el cumplimiento de sus principales deseos en materia religiosa: libe ejercicio del poder espiritual de culto, de la jurisdicción eclesiástica, etc.
Ese concordato plantearía muchas más dificultades que el tratado. Pio XI entendía que ambos eran indisociable y que cualquier violación del primero era desconocer el segundo, teoría no compartida por Mussolini.
Los tratados fueron aceptados en su mayoría por la opinión pública igualmente existieron críticas de los círculos liberales laicistas y de los católicos de izquierda, también las críticas socialistas. La crítica más grave fue de quienes vieron el peligro y las consecuencias de un entendimiento con el régimen fascista.
Estos acuerdos habían de permitir a la Santa Sede liberarse de los lazos que le ataban al pasado y encarar un nuevo periodo.
La Iglesia y el nazismo. El concordato con el Reich de 1933
La Iglesia católica en su comportamiento con respecto al nazismo experimenta varios cambios notables. En una primera fase se observa una profunda desconfianza, para pasar posteriormente a otra fase de cierta disponibilidad o flexibilidad sea por razones de fuerza mayor o por el deseo de evitar males mayores. Y en una tercera fase lo que domina es el incremento de la tensión, sin provocar la ruptura completa.
En la primera fase la oposición de los obispos alemanes al nazismo emergente fue clara, se puede ver en la Conferencia Episcopal en Fulda. Tras la llegada de Hitler los obispos se mostraron solidarios con el Zentrumpartei que se había opuesto al nazismo. Pero tras el éxito nazi en las elecciones cambia la situación y así en Marzo el presidente del Zentrumparteia cambia la dirección de su partido y facilita a Hitler.
En este marco se inician las negociaciones para firmar el concordato. Los términos del acuerdo se presentaban muy favorables para la Iglesia. Buscaba salvar lo salvable. Se creía que proporcionaría una base jurídica a la resistencia de los católicos alemanes contra los ataques a su libertad e impediría al gobierno del Reich avanzar a priori como injerencias en asuntos alemanes las llamadas del Vaticano a respetar el derecho. También Pio XI creía que tenía una función obstaculizadora del comunismo por parte del nazismo alemán.
A partir de 1935 Pio XI cambio se lanzo a un combate doble, contra el totalitarismo de derechas y de izquierdas. Pio XI continúo en sus últimos meses de vida aprovechando todas las ocasiones para repetir sus condenas contra el totalitarismo fascista o nazi y el racismo y para denunciar la abierta persecución religiosa en Alemania. Murió antes de que se inicie la guerra.
La Segunda Guerra Mundial. Pio XII
En los meses anteriores al inicio de la guerra y en los primeros meses de esta Pio XII mostraba deseos de jugar un cierto papel de mediación entre los contendientes, pero pronto tomara la actitud de prudente reserva que le había de caracterizar durante el conflicto bélico. Limitarse a la condena de las agresiones y de las injusticias en términos genéricos, apelación a los grandes principios que debían presidir la reconstrucción del orden internacional futuro y acciones incesantes de tipo caritativo para salvar al mayor número posible de afectados.
Se le ha criticado querer mantener a la Santa Sede au dessus de la melee en los momentos en que principios morales fundamentales se encontraban en entredicho. También su silencio o sus condenas ante hechos atroces. Consideraba toda condena como contraria a la naturaleza de su cargo y completamente inútil. Además creía que podía ser contraproducente.
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