"Nacionalismo, Gellner - Introduccion a la CP - GONZALEZ"
- cecsprensa
- 18 nov 2014
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Una nación es un gran conjunto de hombres de tal condición que sus miembros se identifican con la colectividad sin conocerse personalmente y sin identificarse de una manera importante con subgrupos de esa colectividad. El ser miembro de ella en general no esta determinado por segmentos corporativos realmente importantes de la sociedad total. Los subgrupos son fluidos y efímeros y su importancia no puede compararse con la de la comunidad “nacional”.
La teoría de la nacionalidad y del nacionalismo de Renan tiene dos niveles. Su fin principal es negar todo determinismo naturalista de las fronteras de las naciones: estas no están dictadas por la lengua, la geografía, la raza, la religión, etc. Las naciones están hechas por la voluntad humana. Este es un nivel de su argumentación: una teoría voluntarista de la nacionalidad y del estado nación. Según T.H Green: la voluntad, no los hechos, es la base de una nacion.
El segundo nivel es la respuesta a la pregunta: ¿Cómo nacieron las naciones en las que pensaba Renan, aproximadamente las naciones europeas situadas al oeste de la línea Trieste-Königsberg? Renan hace notar al anonimato que prevalece en estas grandes colectividades y su compartida amnesia que atribuye a la circunstancia de la falta de mujeres de los conquistadores teutónicos, a la brutalidad de los monarcas centralizantes, a la afirmación directa de la voluntad en los suizos y holandeses y a una tardía afirmación por parte de los italianos…
Hay que señalar que la teoría resulta profundamente insatisfactoria en ambos niveles y que sin embargo en cada nivel contiene un importante y valido punto de vista. La voluntad, el consentimiento no es una característica exclusiva de las naciones modernas. Muchos grupos o colectividades marcadamente no nacionales persistieron por el consentimiento. En la amplia variedad de clases de comunidades o colectividades que exigieron a lo largo de la historia, el consentimiento, la coacción y la inercia coexistieron en variadas proporciones. Los estados nacionales modernos no tienen el monopolio del consentimiento ni tampoco son ajenos a la inercia y a la coacción.
Lo que distingue a Europa Occidental no son aquellas invasiones ni los esfuerzos de centralización que precedieron al nacimiento del estado nacional moderno, aunque estos factores pueden haber contribuido a crear una situación que, accidentalmente, se asemejaba en alguna medida a ese fluido anonimato que caracteriza a los miembros de una “nación” moderna y que ayudo a preparar el terreno para que esta naciera.
Si Renan se equivoco en cuanto al origen del fenómeno que identifico empero correctamente, su mano se mostro también un poco seguro al trazar el rasgo central de ese fenómeno en su famosa doctrina del “plebiscito diario”. En el pasado, las unidades políticas definidas religiosamente eran también depositarias de la lealtad de sus miembros reafirmada ritualmente; eran el fruto, si no de un plebiscito de todos los días, el fruto por lo menos el plebiscito de cada día de fiesta, y las festividades rituales solían ser muy frecuentes.
El nacionalista moderno quiere conscientemente identificarse con una cultura. La aguda conciencia de su propia cultura es ya, en la perspectiva histórica, una interesante peculiaridad. El hombre tradicional reverenciaba a su ciudad o a su clan a través de su deidad o santuario, utilizando una, como insistía tanto Durkheim, como señal de la otra. Uno no debe ignorar la cultura u olvidarla, pero cierto olvido debe cubrir las diferenciaciones y matices internos dentro de toda cultura políticamente santificada.
Radcliffe-Brown definió “estructura” como un sistema de “posiciones” sociales relativamente estables aunque no del todo, que hay que distinguir de una “organización” más sutil y volátil, vista como un sistema de actividades más transitorias. De manera que a su juicio, el sistema de los rangos militares forma una estructura, en tanto que el transitorio despliegue de este o aquel soldado a una determinada tarea ejemplifica la “organización”. Se atribuye a Karl Marx la observación de que si apariencia y realidad no difieran, la ciencia seria innecesaria. La dificultad esta en saber como hemos de distinguir apariencia y realidad y en como identificar la realidad.
Aunque este enfoque estratificado de los fenómenos tiene una cierta afinidad con el marxismo, también difiere de este por lo menos en dos modos importantes. El marxismo posee una teoría relativamente especifica, en alto grado combativa e interesante, de lo que constituye ese sistema de elementos primarios que son los medios de producción y sus relaciones. Esta es una cuestión de considerable importancia, en la medida en que la diferencia decisiva entre los marxistas y otros pensadores depende de si, por ejemplo, los medios de coacción y las relaciones de coacción pueden ser también factores independientes y determinantes de un orden social.
La segunda gran diferencia es la de que la posición de Radcliffe-Brown no presenta ninguna teoría de una secuencia histórica de estructuras sociales y de los mecanismos en virtud de los cuales aquellas se reemplazan unas a otras. Los dos contrastes están relacionados: la identificación marxista de la estructura profunda o primaria es entendida al mismo tiempo como una especificación de la esfera dentro de la cual tiene lugar esos procesos que conducen a la sustitución de una estructura por otra.
Hagamos concreto el argumento describiendo modelos opuestos de dos diferentes tipos de sociedad:
Consideremos primero una sociedad tradicional bastante estable, pero compleja, amplia y bien estratificada. En la base de esta sociedad hay un gran numero de comunidades rurales, serviles, que viviendo en el interior del país se dedican a la producción de alimentos; están atadas a la tierra y obligadas a entregar el excedente de la producción. Por encima de ellas, hay una elite gobernante aislada por obra de si misma y compuesta por guerreros y administradores que controlan los medios de coacción y los canales de comunicación; esa elite esta legalmente facultada para obrar como un cuerpo de cohesión. Esto le permite mantener su dominio. Junto a esta clase, existe una paralela jerarquía religiosa que comprende comunidades monásticas y sacerdotes individuales que prestan servicios rituales a otros segmentos de la población.En esta situación general, no existen factores que contribuyan a asegurar la homogeneidad lingüística y cultural, sino que por el contrario hay varios factores que contribuyen a la diversidad. La manera en que se expandió la entidad política significa que las nuevas tierras conquistadas tenían comunidades campesinas que hablaban diversas lenguas, pero a los gobernantes les es completamente indiferente esa circunstancia mientras los campesinos permanezcan dóciles.Sistemas de esta clase conocen a veces inspiradas campañas conducidas por el clero para imponer la unificación religiosa. El clero desea afirmar su monopolio de magia, ritos y salvación y eliminar el irresponsable chamanismo, que tiende a persistir especialmente en las poblaciones rurales. El monopolio religioso puede ser tan precioso para el clero como para la elite política el monopolio coercitivo y fiscal.
Consideremos ahora un tipo completamente diferente de estructura social; tomemos una sociedad que presente los siguientes rasgos: también ella tiene compleja división del trabajo pero esta se basa en una técnica avanzada de modo que la producción de alimentos ha dejado de ser la ocupación de la mayoría de la población. La sociedad en cuestión se funda en una expectación realista y bien basada de crecimiento económico, en la idea del mejoramiento material de todos sus miembros o de la mayoría de ellos. Esta anticipación desempeña un papel decisivo para asegurar el consenso y el asentamiento sociales: la división del botín pierde algo de su carácter acerbo si la torta total que hay que repartir está creciendo. Pero, comparada con muchas sociedades anteriores, esta es una sociedad frecuentemente permisiva y liberal: cuando las riquezas crecen constantemente, cuando uno puede sobornar a la mayor parte de la gente la mayor parte de las veces, es muy posible que se relajen los tradicionales métodos de asegurar la conformidad social.Una sociedad que vive para el crecimiento necesariamente debe pagar cierto precio. La capacidad de moverse de un trabajo a otro e incidentalmente de comunicarse y cooperar con numerosos individuos de otras posiciones sociales exige que los miembros de esa sociedad sean capaces de comunicarse oralmente y por escrito de una manera formal, precisa; en otras palabras, deben ser instruidos y capaces de transmitir mensajes presentados de manera ordenada y estandarizadas.
Todo esto impone la necesidad de la alfabetización y la educación universal, además de la homogeneidad cultural o por lo menos su continuidad. Hombres que cooperan en complejas tareas que implican tecnología avanzada debe ser capaces de leer y de leer el mismo idioma. La desigualdad está dada transitoriamente en los individuos y, en virtud de su riqueza, del papel desempeñan en la sociedad o de sus obras; la desigualdad no se da permanentemente en enteros grupos hereditarios.
La teoría nacionalista pretende que la cultura se da al individuo y en modo alguno que la cultura posea al individuo en una especie de coup de foudre ideológico. Pero en el amor de las naciones así como en el amor de los hombres, las cosas tienden a ser más complejas de lo que permite pensarlo la mística de la pasión espontanea. El mundo industrial heredo de la época agraria una copiosísima riqueza de dialectos, de matices transversales del habla relacionados con la fe, con la vocación y con la condición social.
Existe ciertamente un plebiscito permanente, una elección antes que una fatalidad. Pero la elección no ignora las oportunidades y recursos culturales dados. Tanto el recuerdo como el olvido tienen profundas raíces sociales; ninguno de ellos surge del accidente histórico. Renan se jactaba de que los franceses enseñaron al mundo por obra de la revolución que una nación puede quererse por si misma sin la gracia de una dinastía. En realidad, Renan no avanzo lo suficiente por este camino. Una cultura puede darse su existencia, y ahora a menudo se la da, sin la gracia solo de una dinastía sino de un estado; pero en esta situación, cuando una cultura se encuentra desprovista de un caparazón político tendera inevitablemente a hacer nacer un estado y a volver a trazar fronteras políticas para asegurar la existencia de ese estado que es lo único que puede proteger la infraestructura educativa y cultural sin la cual una cultura moderna no puede sobrevivir.
En nuestra argumentación sostenemos que hay dos grandes tipos de división del trabajo, de estructura social, y que ambos se caracterizan por su extremada complejidad, pero que difieren radicalmente en sus implicaciones respecto de la cultura, en la manera en que hacen uso de la cultura. Teorías bipolares de desarrollo social o tipologías dualistas de sociedades humanas tendieron a confundirlos y a encubrirlos. Sin embargo cuando llega uno a comprender la clase de solidaridad social asociada con el nacionalismo, esta distinción es de enorme importancia.
Uno de estos tipos, que podríamos llamar civilización avanzada agraria, promueve gran diversidad cultural y despliega esa diversidad para marcar situaciones diferentes, económica y políticamente, de las varias subpoblaciones que se encuentra en dicha civilización. El otro tipo que podría llamarse sociedad industrial orientada hacia el crecimiento esta vigorosamente empujado hacia la homogeneidad cultural dentro de cada unidad política. Cuando falta esa homogeneidad, se la puede alcanzar modificando, ya las fronteras políticas, ya las fronteras culturales.
Adam Smith: los científicos sociales, que no son economistas, se mostraron según me parece, demasiado complacientes tocante a esa apropiación. De manera que se ha difundido la idea de que la mano invisible tiene que ver primariamente con efectos económicos: esa mano aumenta la producción y la riqueza, pero si nos interesamos por otros beneficios sociales, seria mejor que miramos a pensadores posteriores mas sociológicos. Ciertamente esta lección de laissez-faire esta presente en Smith y es la que mas ha tenido en cuenta. Pero ella dista mucho de representar todo el pensamiento de Smith, cuya mano invisible es por lo menos tan activa e importante en sociología política. No se trata, como tal vez podría esperarse, de un estado fuerte pero liberal, al terminar la anarquía feudal y al permitir un comercio sin trabas, haya hecho posible el crecimiento de la riqueza: la verdadera relación es inversa. El crecimiento de la manufactura y del comercio destruye el orden feudal. A su juicio, los mecanismos básicos de este desarrollo son simples. En las condiciones barbarás. De baja productividad y de gobierno inefectivo, los propietarios rurales se ven empujados, según parece, a emplear a sus partidarios y dependientes por la simple negativa razón de que no hay otra cosa en que puedan invertir su superávit.
Durkheim: tal vez el error en que incurrió Durkheim sea el mismo de Smith: ambos autores ven el progreso de la división de trabajo en términos bipolares. Si atendemos a esta oposición, nos encontraremos ante la extraordinaria paradoja de que es en el mundo moderno donde también encontramos el vigoroso impulso hacia la homogeneidad cultural que llamamos “nacionalismo”. Estas sociedades no son segmentarias, y sin embargo exhiben un pronunciado tropismo hacia la similitud cultural educativa. Por eso, las sociedades tradicionales genuinamente homogéneas, que exhiben una “solidaridad mecánica” en la cual cada uno hace mas o menos lo mismo y los hombres no se diferencian gran cosa unos de otros, tienen frente a si dos opciones contrarias enteramente diferentes. Una gran sociedad en la que diversos tipos de hombres hacen cosas por completo diferentes y en la que esta diversificación grupal esta claramente confirmada por diferencias culturales que presentan los grupos en cuestión. Y la otra opción es el tipo de sociedad en la que hemos entrado o en la que estamos entrando, sociedad en la cual una clase muy especial de diversidad de actividades y ocupaciones va acompañada, sorprendentemente, por un impulso fuertemente sentido hacia la similitud cultural, hacia una disminución de la distancia cultural. Los fenómenos en que se manifiesta la división del trabajo o solidaridad orgánica están tomados por Durkheim de dos tipos de división de trabajo simultáneamente. El no distingue estos dos tipos. Señala la intensidad de la interacción, la urbanización, el aumento de los medios de comunicación y transmisión. Lo malo tal vez estuviera en que el tratamiento de Durkheim era abstracto, teórico y ahistórico.
A uno le parece que Durkheim debería haber prestado mayor atención a sociedades que contenían agrupaciones tales como castas en las que la división del trabajo es grande pero no engendra toda esa densidad social, esa interacción continua y acumulada que son fundamentales en el cuadro que pinta Durkheim. Van desde las tierras altas de Escocia a Glasgow; o desde los hebreos, los cabilas, los griegos, los romanos a Francia. Si este fue un error y ambos gigantes incurrieron en el, no debe asombrar que variaciones de dicho error reaparezcan en tantos sus sucesores.
La división del trabajo distintiva, móvil y basada en la instrucción que conduce al sentido moderno de comunidad nacional es históricamente excéntrica. Alguno de los puntos de vista de Durkheim sobre el papel de la interacción y la “densidad” parecen recibir interesante confirmación de acaso el intento mas cabal que se haya hecho de aplicar métodos históricos cuantitativos al nacionalismo temprano; me refiero a la obra de Hroch. El investigo los orígenes de los nacionalistas tempranos en una serie de pequeños pueblos europeos: checos, lituanos, estonios, fineses, noruegos, flamencos y eslovacos. Sus comprobaciones ciertamente confirman las opiniones de Durkheim, sin consideramos a los activistas nacionalistas como indicios de solidaridad orgánica. Esta comprobación no destruye la teoría que relaciona el nacionalismo con industrialización, pero tal vez sea necesario refinar algún tanto la teoría
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