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"Unificación alemana - Historia Contemporanea I - SHIRKIN"

  • Foto del escritor: cecsprensa
    cecsprensa
  • 18 nov 2014
  • 16 Min. de lectura

La era de la industrialización, 1815 – 1918

El período comprendido desde el congreso de Viena de 1815 hasta el final de la primera guerra mundial y el hundimiento del imperio alemán, en 1918, fue testigo de cambios fundamentales, no sólo en Alemania, sino en toda Europa. Alemania pasó de ser una sociedad agraria a transformarse en un floreciente centro del capitalismo industrial, y la competencia entre los estados europeos se convirtió en la competencia entre las potencias imperiales por colonias de todo el mundo. El compromiso alcanzado con el acuerdo de Viena sobre el equilibrio de poder en Europa consiguió mantener la paz en el continente durante casi todo el siglo XIX, pero con la unificación en 1871 de una “pequeña” Alemania bajo dominio prusiano, seguida de una rápida industrialización y de la entrada en la pugna por el imperio a finales de siglo, este equilibrio se rompió. La Primera Guerra Mundial que estalló en 1914, introdujo una serie de cambios cuyas implicaciones afectarían a todo el siglo XX, haciendo de Alemania un lugar muy diferente.


La era de la restauración, 1815 – 1848

El período que va de 1815 al estallido de las revoluciones que barrieron los estados alemanes en marzo de 1848 suele recibir el nombre de período de “restauración” o “anterior a marzo”. Estos años representan en muchos sentidos una transición, tanto en los procesos culturales como en los políticos y socioeconómicos.

Desde el punto de vista político, la Confederación Alemana era algo más que un paso hacia la unificación nacional final. La racionalización de la administración, las mejoras en la burocracia y el gobierno, y los procesos de centralización del poder estatal (puestos en marcha en algunos estados en el período napoleónico), dotaron a los gobernantes de soberanía, razón por la cual el poder de los territorios aumentó a nivel regional. El particularismo regional acabaría comlicando el curso tomado finalmente por la unificación nacional, pero el reforzacmiento de un estado concreto, Prusia, tendría un profundo impacto en este curso . Con la adjudicación de los territorios de Renania y Westfalia, Prusia ganó no sólo en tamaño y población, sino también en poder y potencial económico. Prusia no sólo se había acercado más a Austria en simples términos demográficos, sino que estaba en situación de rebalsarla en el desarriollo económico, un factor básico en el siglo de la industrialización.

Muchas de las reformas socioeconómicas y jurídicas del período napoleónico se conservaron con posterioridad a 1815, pero con variaciones en los distintos territorios. Aunque la sociedad Alemania iba camino de convertirse en una lucha de clases, le faltaba mucho para alcanzar el predominio de las relaciones capitalistas de producción.

En los años siguientes a 1815 se fundaron una serie de sociedades estudiantiles. Metternich proclamó en 1819 los decretos de Carlsbad, en los que se incluían los decretos de Carlsbad, en los que se incluían medidas de censura y un aumento de la vigilancia sobre la educación media y superior. Dichas medidas se incorporaron al derecho consitutucional de la Confederación por medio del acta final de venta. La reacción conservadora supuso la destitución de los profesores supuestamente subversivos, la disolución de las Burschenschaften, la prohibicion de algunos periódicos y la censura de toda publicación que tuviera menos de veinte Bogen de longitud. (320 caras de papel”. A pesar de las crisis agrarias que proliferaron desde los “años del hambre!” de 1816 -1817 hasta la depreción de 1820, la apatía política parecía ser la actitud predominante en la situación represiva de la década posterior al congreso de viena.

Pero en las décadas de los años veinte y treinta comenzaron a desarrollarse de un modo incipiente ciertas tendencias políticas que más tarde, a mediados y finales del siglo XIX, romarán la forma de partidos políticos. Considerable importancia tuvo el desarrollo del liberalismo, los liberales de la Alemania de principios del siglo XIX eran en su mayoría miembros de las clases medias profesionales y les faltaba mucho para convertirse en dinámicos hombres de negocios ansiosos de provocar cambios fundamentales. Tampoco es cierto que el liberalismo coincidiera necesariamente con el nacionalismo, no se pueden negar diferencias evidentes entre el deseo liberal de eliminal las barreras comerciales internas y el nacionalismo de los románticos, con su glorificación de un idealizado imperio medieval. Pero en base de las peticiones de una república alemana basada en la soberanía popular no existía sobre cómo llevar a la práctica un programa político concreto, y las organizaciones, como por ejemplo las dedicadas a buscar apoyos para una prensa libre, no duraron mucho. Este período no sólo vivió la aparición del catolicismo político, sino también los balbuceos de movimientos más radicales que contribuiriían al desarrollo del socialismo.

Sin embargo, la tendencia política predominante siguió siendo un conservadurismo reaccionario.

Desde el punto de vista cultural, éste es también un período de transición. El sistema educativo siguió creciendo, de acuerdo con las reformas en la educación media y superior introducidas en Prusia. Alemania se dedicó a producir una de las manos de obra mas modernas más alfabetizacdas y cultas de Europa.Ya no era el expítitu del mundo el que proporcionaba la clave dinámica de la historia, sino la gente, los seres humanos, de verdad, los que fabricaban su misma historia.

En el campo de la música, Viena era un centro de gran importancia; los nombres de Ludwig van Beethoven /1770 – 1827), Franz Schubert (1797 – 1828) y los Strauss dan una idea de la amplia gama de creatividad musical, desde las principales obras sinfónicas hasta los Lieder o canciones.La música era a la vez una actividad pública y privada. En una esfera cultural más amplia, se aprecia el paso del llamativo consumo de la cultura cortesana a un estilo más sobrio y pequeñoburgués, conocido como “biedermeier”. En literatura , este período se caracteriza por la diversidad. El clasicismo de la ultima época de Goethe creó en algunos circuíos, tras su muerte la sensación de pertenecer.

A partir de 1830, la base para eldesarrollo de una sociedad cada vez más industrial. Este proceso fue en un principio parcial y lento, pero a finales de siglo se había acelerado hasta dar lugar a una explosiva transformación de Alemania.

Gran relevancia tuvo la creación de una Unió Aduanera Alemana, dominada por Prusia y de la que se excluía a la Austria de los Habsburgo. Esta unpion salió con la ley arancelaria prusiana de 1818, por lo que se abolían diferencia entre el campo y la ciudad y se transformaba a Prusia en una unidad económica sin tarifas internas. El 1 de enero de 1834 se constituyó la Union Aduanera Alemana (Deutscher zollverein., compuesta por dieciocho estados con una población de 23 millones; Austria prefirió mantenerse al margen de esta organización. La importancia económica de Prusia convirtiéndose el Thaleer pruiano en la moneda de usocorriente dentro de la Union Aduanera. Los movimientos hacia la unificación económica presagiaban la forma que la unificación política, acabaría finalmente adoptando.


Las revoluciones de 1848

Este fue un año revolucionario en toda Europa. Las insurrecciones, provocadas por la noticia de la revolución de Febrero en Francia, que derrocó al rey Luis Felipe, se extendieron por todos los territorios alemanes, a medida que diferentes grupos aprovechaban la oportunidad para ejercer presión sobre los aterrorizados gobernantes. En los levantamientos alemanes se vieron implicadas corrietnes muy distintas: la agitación social popular, con frecuencia de naturaleza más bien defensia que reaccionarla que exigía el regreso de las viejas formas de control; las exigencias políticas de los liberales asi como ciertas libertades económias, y las peticiones nacionalistas a favor de la unificación alemana. En la medida en que hubo protestas en la clase obrera, éstas se limitaron prácticamente a las peticiones de mejoras inmediatas en los salarios y las condiciones de trabajo: 1848 no fue en absoluto una revolución proletaria en el sentido marxista. El hecho de que los que trabajaban por la unificación no consiguieran finalmente su objetivo hace que 1848 esté considerado como “un momento decisivo en el que Alemania no llego a decidirse”.


La unificación alemana

A pesar del colapso en 1849 de los esfuerzos revolucionarios y reformistas, el regreso de los regímenes conservadores estuvo caracterizado por una curiosa mezcla en la que se combinaba la reacción política con unos programas económicos frecuentemente progresistas. En la década de los 50, Alemania experimentó un rápido crecimiento económico: aumento la producción textil, de hierro y de carbón, asi como la construcción de ferrocarriles. El crecimiento económico de Prusia, aunque interrumpido brevemente tras la crisis económica de 1857, presentaba un marcado contraste la economía de Austria, predominantemente estancada en la que los amplias extensiones agrícolas, muy atrasadas desde el punto de vista económico, tenían más peso que Viena, Praga y Bohemia, los centros del crecimiento industrial; además, Austria tenia que dedicar una proporción considerable del presupuesto al apartado militar, para controlar situaciones de descontento en Italia y los Balcanes. La creciente desigualdad económica entre Prusia y Austria fue un factor importante de la victoria final, de la primera sobre la segunda, en su lucha por el dominio de una Alemania unificada. Los esfuerzos austríacos por romper la Unión Aduanera o unirse a ella fracasaron, y en 1865 se prorrogó la Zollverein con exclusión de Austria, de acuerdo con las condiciones de Prusia: esto permitía a Prusia beneficiarse de los mercados de los estados alemanes más pequeños, una necesidad para su economía, en rápida expansión. La situación económica de estos últimos no les permitía abandonar la Unión Aduanera, dominada por Prusia, a pesar de que sus simpatías políticas se inclinaban a Austria.

Lo que ocurrió en 1871 bajo el calificativo de “unificación”, no fue tanto el resultado o la expresión de un nacionalismo alemán en ciernes, sino más bien una forma de expansionismo y colonización prusianos de la Alemania que no le pertenecía, en competencia con una excluida Austria. El atraso económico de Austria es lo que la limitaba su capacidad para desafiar con éxito a Prusia. No se puede afirmar que el resultado final del choque estuviera predeterminado, pero la vencedora última de los enfrentamientos entre estas potencias rivales durante la década de los sesenta fue la Prusia dirigida por Otto von Bismarck. Sus actuaciones en el período comprendido entre 1863 y 1871 han dado lugar a toda una serie de interpretaciones diversas, pero probablemente su habilidad consistía más que nada en su astucia para aprovechar las situaciones a medida que surgían. Su principal objetivo era asegurar y extender la posición de Prusia, algo que logro por medio de tres guerras: la de 1864 por la cuestión Schleswig-Holstein, la guerra con Austria en 1866 y la guerra francoprusiana de 1870, que culminó en la fundación del segundo imperio alemán en 1871.

Los estados alemanes del sur, a los que, en un arrebato de fervor nacionalista, se había convencido para que se unieran a la Confederación Alemana del Norte en la guerra contra Francia, se dieron cuenta que, tanto desde el punto de vista militar como política, su única opción era vincularse de un modo más permanente a Prusia. El 18 de enero de 1871 se proclamó en Versalles el imperio alemán, en una ceremonia en la que los gobernantes de los estados alemanes ofrecieron al rey Guillermo I de Prusia la corona hereditaria de una Alemania unida. A pesar de lo que la mitología nacionalista haya podido afirmar con posterioridad, ninguna de las partes estaba satisfecha: había una cierta falta de entusiasmo por parte de los príncipes, y algo de resentimiento en el nuevo emperador. De hecho, lo que se había fraguado, bajo la batuta de Bismarck, era la extensión del poder prusiano, y no la expresión del entusiasmo nacionalista por una Alemania unida.


Alemania bajo Bismarck

El período se inició con unos años de intensa actividad económica, caracterizados por un gran auge especulador, la fundación de nuevas compañías y empresas y la rápida expansión de la construcción de ferrocarriles y demás proyectos de obras públicas. Tras la reforma monetaria de 1871, comenzó a circular una gran cantidad de papel moneda, además del dinero que fluía a la economía gracias al rápido pago de las reparaciones por parte de Francia, pero la burbuka de lo que se conocía como el Gründerzeit (el período de los “fundadores”) estalló en 1873, cuando una pérdida de confianza provocó una inevitable crisis económica. A partir de ese momento se rechazaron las políticas de libre comercio, sostenidas por los liberales, a favor de un proteccionismo cada vez mayor. Con la llegada de la depresión empeoraron las condiciones económicas de muchos alemanes; enfrentados a la competencia del trigo extranjero barato, asi como de los productos manufacturados, tanto los industriales como los terratenientes empezaron a exigir la creación de tarifas aduaneras consolidándose en 1879 la transición al proteccionismo, con la introducción de aranceles y un aumento de los impuestos indirectos. Los liberales aparecían cada vez más divididos, pero en la década de los ochenta nación una coalición conservadora de intereses agrarios e industriales que dominaría la Alemania imperial hasta bien entrado el siglo XX.

El proceso de alejamiento del liberalismo que se produjo en la década de los setenta estaba relacionado con la resolución de la llamada Kulturkampf (lucha cultural), una desacertada campaña a la que Bismarck llegó por una combinación de factores y que enfrentó al Estado con la iglesia católica. Bismarck consideraba que el Partido católico del Centro (constituido en diciembre de 1870 para proteger los intereses católicos en la “pequeña Alemania”) protegía a toda una serie de oponentes del Imperio, y su apoyo al papa fomentó la idea de que Alemania no ocupaba el primer lugar en su lista de lealtades. Así tras afirmar que los enemigos exteriores estaban recibiendo ayuda de un enemigo interior, Bismarck lanzó un ataque sostenido y generalizado contra el catolicismo. Entre 1871 y 1876 se promulgaron medidas para permitir un mayor control estatal de la formación y nombramiento de clérigos, asi como de su educación, y para prohibir las actividades de los jesuitas en Alemania. El partido del Centro, irónicamente, consolidó su apoyo como resultado de estos ataques contra el catolicismo, doblando en 1874 su voto popular. Dado a que el partido católico del centro tenía una gran fuerza numérica, Bismarck busco una aproximación a su líder católico, lo que llevó a la conclusión en 1879 de la Kulturkampf.

La política exterior de Bismarck se basaba esencialmente en el desarrollo de un sistema complejo pero cauto de alianzas múltiples con otras potencias europeas, ya que su objetivo era afianzar la posición europea de Alemania sin entrar en otra guerra. El principal enemigo potencial era Francia. En un principio, el canciller buscó una alianza entre tres potencias conservadoras, Alemania, Austria y Rusia (la “Alianza de los Tres emperadores”), cultivando al mismo tiempo amistad con Gran Bretaña, pero esta situación se complicó debido a las rivalidades y antagonismos entre Austria y Rusia. Tras el congreso de Berlin de 1878, Bismarck comenzó a estrechar sus relaciones con Austria, formando en 1879 la Alianza Dual; tres años mas tarde, esta se ampliaría a una tri´ple alianza que incluía a Italia.

La política económica interior alemana de la década de 1880 presentaba a Inglaterra como un rival de mayor peso. A finales de esta década, cambiarond e neuvo las alineaciones, y la amenaza de una guerra potencial con Fracia, sugirió la necesidad de evitar una alianza entre Francia y Rusia, mejorando las relaciones con esta última. En 1887, Bismarck cerro el tratado de Reaseguro con Rusia. En 1890, bajo un nuevo emperador, se adoptó una política exterior más agresiva, expansionista e imperialista que culminaría finalmente en la Primera Guerra Mundial.

En marzo de 1888, el emperador Guillermo I moría a la edad de 91 años, y su hijo Federico III, que le sucedió, le siguió en junio del mismo años un cáncer de garganta; su puesto fue a su vez ocupado por su hijo Guillermo II, de 29 años. El nuevo joven tenía ideas sociales y aspiraciones políticas que no coincidían con las del anciano Bismarck. El ejército se negó a apoyar los planes de Bismarck y exhortó a Guillermo II a destituir al eminente canciller. En 1890 a la edad de 75 años, Bismarck presentó su renuncia, pero a diferencia de ocasiones anteriores, cuando la amenaza de dimisión le había permitido salirse con la suya, el nuevo emperador vio la oferta no como una amenaza sino como una oportunidad ya que Guillermo II estaba deseando que Bismarck abandonara su puesto.

Bismarck dejó a Alemania un legado muy ambiguo. Por un lado, había llevado a cabo la unificación de un estado nacional, que demostraría ser una poderosa fuerza económica y política a nivel europeo y mundial; pero, por otra parte, el estado que había configurado poseía características autoritarias, y estaba plagado de tensiones políticas y sociales, que saldrían a la luz en la era del imperialismo posterior a la caída de Bismarck.


Sociedad y política en la Alemania Guillermina

Existen varios factores que permiten describir la Alemania Guillermina: una rápida industrialización, el ascenso constandte del SPD y las alianzas políticas inestables, con una política de grupos de presión cada vez más importantes. A la cabeza de esta configuración se encontraba el emperador Guillermo II, un hombre de escasas aptitudes políticas y numerosos problemas de personalidad, rodeado e influido por una pequeña corte de consejeros. Esta Alemania acabaría jugando un papel fundamental en el desencadenamiento de la Pirimera Guerra Mundial y la precipitación de su propia caída; las tensiones sociales de las que nunca se había visto libre no se resolvieron en el régimen posterior, la República de Weimar, y, bajo formas nuevas, tuvieron una intervención destacada en el ascenso final de Hitler.


La cultura en la Alemania imperial

La vida cultural de la Alemania imperial estaba compuesta por toda una serie de tendencias muy diferentes, y con frecuencia enfrentadas. Por un lado existía la cultura “oficial”, más bien pomposa y recargada: la cultura de una sociedad recientemente unificada que buscaba representar sus aspiraciones a una posición de gran poder, no sólo en la esfera política sino también simbólicamente, a través de estatuas ecuestres de héroes nacionalres y de la construcción de edificios grandiosos, decorados con un mobiliario voluminoso y sólido y pesados cortinajes. A la mezcla de sentimentalismo y heroísmo de esta cultura se oponían desde muy distintas perspectivas reacciones más criticas frente a la vida moderna; asi, por ejemplo, los novelistas realistas se dedicaban a describir las tensiones y conflictos que la ostentosa fachada de la vida burguesa ocultaba. Se puede afirmar sin temor a equivocarse que mucho de lo que más tarde llegaría a conocerse como la “cultura de Weimar” tuvo su origen en la Alemania de la preguerra.

El período central del siglo XIX se había caracterizado por una cierta visión positivista y una fe extendida en las leyes científicas y la inevitabilidad del progreso (Charles Darwin, entre otros), pero el pensamiento de finales de este siglo y comienzos del XX empiezan a aparecer nuevas incertidumbres, dando lugar a falsas interpretaciones tortuosas como las de los “teóricos” del nacionalsocialismo (Nieztsche, Weber, Wagner, entre otros). Y, hacia principios del siglo XX, empezó a penetrar en el pensamiento social un nuevo pesimismo cultural, asi como una inclinación por lo irracional, lo reprimido y lo inconsciente (Sigmund Freud, Simmel, Tönnies, Troeltsch, Max Weber, entre otros).


Política exterior y la Primera Guerra

No hay duda de que lo más influyente en las interpretaciones de la Alemania Guillermina es el hecho de que culminara en, y se hundiera como resultado de, la Primera Guerra Mundial- Las disputas sobre las causas de esta guerra son tan viejas como la misma guerra. El tratado deVersalles de 1919 hacía recaer sobre Alemania, en la vergonzosa cláusula de “los culpables de la guerra”, la principal responsabilidad.

Hay una seria de elementos que resultan importantes a la hora de estudiar el contexto general. En primer lugar esta el cambio de política exterior de Alemania después de Bismarck, ya que su marcha originó una serie de debates entre los defensores de distintas opciones: unos se inclinaban por la noción de una situación de dominio y fuerza en el centro de Europa, minetras otros, más ambiciosos, aspiraban a alcanzar una posición de poder mundial, y en la última década del siglo XIX y principios del XX, fue esta segunda opción la que ganó terreno.

En segundo lugar estaba la formación de alianzas. El nacimiento de la “Triple Alianza” entre Alemania, Austria e Italia se remontaba a los tiempos de Bismarck, pero la “Triple Entente” entre Francia, Rusia e Inglaterra se desarrolló a un ritmo más lento. Los términos de estas alianzas no eran muy precisos, y cada país tendía a actuar en su propio interés en cuestiones concretas.

El desarrollo de las alianzas estaba relacionado con un tercer factor a tener en cuenta: la carrera armamentística. Había un sentimiento generalizado de que la guerra acechaba, y todos los estados europeos entraron en una carrera que les permitiera estar preparados para cuando ésta llegara. Esto no sólo provocó la sensación de que la guerra era inevitable, sino que influyó particularmente en Alemania, en las consideraciones estratégicas sobre el momento en que debía estallar.

Finalmente, existe la cuestión de cómo estalló realmente la guerra. Se habían evitado con éxitos varias crisis y resultaba evidente que la situación era inestable; además, esta inestabilidad coincidía con la reorientación de la política británica hacia Europa, dejando a un lado sus asuntos imperiales.

La chispa que finalmente hizo estallar la guerra en 1914 fue un incidente que podría haberse solucionado con unas cuantas protestas, y que desde luego no estaba en proporción con la escala de hostilidades que desató. El 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austríaco, fue asesinado por un joven bosnio mientras se encontraba en visita oficial a Sarajevo, la capital de la anexionada Bosnia – Herzegovina. El asesino bosnio estaba apoyado por un grupo de nacionalistas serbios: Austria tenía entre sus planes incorporar a Serbia o convertirla en algún tipo de estado satélite dependiente, por lo que los nacionalistas serbios colaboraban con los opositores bosnios al gobierno austríaco. Austria decidió utilizar este incidente como pretexto para lanzar un ultimátum a Serbia, redactado en unos términos imposibles de aceptar, provocando con ello una escalada de las tensiones. El 31 de julio se movilizaron las tropas rusas, lo que fue interpretado como una declaración de guerra que requería una respuesta austríaca. Algunas semanas después, con movimientos militares por parte de Alemania, Francia y más tarde Gran Bretaña, los estados europeos decidieron comenzar la guerra que habían estado esperando, y en gran medida alcanzaron esta decisión como consecuencia de la política adoptada por el emperador alemán y sus consejeros militares.

La Primera Guerra Mundial, no fue lo esperado o lo querido, ya que no fue una guerra corta, al estilo de las del siglo XIX, con una batalla decisiva, un número limitado de bajas y un final rápido de las hostilidades, sino que fue algo prolongado, agotador, caracterizado por los días y semanas que los soldados cubiertos de barro y conmocionados pasaban en las trincheras, en el que los avances no se medían en metros sino en centímetros, las bajas eran muy numerosas y los resultados escasos. La economía alemana no estaba preparada para soportar un conflicto prolongado, y a medida que empeoraban las provisiones de comida y las condiciones de vida, empezó a disminuir la moral del frente interno, habiendo motines para comida, huelgas importantes, divisiones entre los socialistas alemanes y el partido socialdemócrata independiente, entre otros. Las derrotas en la guerra durante 1916 y las disputas sobre las batallas marinas y submarinas obligaron a Tirpitz a dimitir, y en abril de 1917, tras los ataques de los submarinos alemanes a barcos civiles, Estados Unidos entró en guerra. La mayor parte del pueblo alemán estaba cada vez más cansada de la guerra y surgió una coalición por la paz, pero varios alemanes seguían albergando grandiosos objetivos anexionistas.

Las valoraciones de la Alemania imperial siguen siendo ambivalentes. Aunque los historiadores alemanes nacionalistas de mayor edad ensalzan la unificación de Alemania y el momento histórico de la grandeza imperial, resulta evidente que esta configuración socioeconómica, política y cultural estaba llena de contradicciones y tensiones. En la pequeña Alemania dominada por Prusia, la política interior oscilaba de un compromiso a otro sin llegar nunca a soluciones a largo plazo de cuestiones fundamentales; En la Alemania imperial no se consiguió llegar a un equilibrio estable entre los intereses de las diferentes clases; pero su sucesor, la república de Weimar tampoco lo logró. El fracaso en la resolución de intereses opuestos sociales, políticos y económicos en el contexto de la democracia parlamentaria allanó el camino a un intento más radical de solventar las tensiones domésticas: la abdicación fundamental de las antiguas élites y la cesión del poder a Hitler y el partido Nazi, con la esperanza de que un movimiento de masas demagógico pudiera a la vez incorporar al pueblo y ser manipulado por las élites. Desgraciadamente esta ultima vuelta en espiral de crecientes tensiones demostró ser la más fatídica.


 
 
 

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