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"Sobre Kant - Historia del pensamiento de las RRII - LUNA PONT"

  • Foto del escritor: cecsprensa
    cecsprensa
  • 20 nov 2014
  • 11 Min. de lectura

Kant y la Paz Perpetua.

Contexto político del panfleto “Sobre la paz perpetua” à Prusia había tenido un papel importante en la guerra de intervención contra el régimen revolucionario francés. Pero a fines de 1794, se había visto claramente que los franceses no serian conquistados con facilidad y el gobierno prusiano se preparaba para retirarse de la guerra. Aquel acontecimiento impresionó y agradó a Kant, pues, aunque liberal en política, era un ciudadano respetuoso de la autocracia de Prusia, y aunque repudiara la rebelión política, seguía siendo un apasionado defensor de los fines de la revolución. Este clima político lo alentó a publicar sus ideas revolucionarios sobre una legislación internacional revisada, condición necesaria para cualquier paz duradera.

A juzgar por los resultados inmediatos, el intento de Kant por dar expresión popular a sus ideas parece haber tenido éxito. Durante las primeras décadas del siglo, “Sobre la paz perpetua”, fue citado con frecuencia, como un notable precursor de la idea de la Liga de las Naciones. Empero, el intento de Kant de hacer de “Sobre la paz perpetua” una obra popular, debe ser declarado un fracaso. Sus esfuerzos por popularizar sus ideas sobre la paz europea harían proliferar interpretaciones contradictorias. Habitualmente se ha considerado que “Sobre la paz perpetua” es un llamamiento a la acción política inmediata y que da una receta para la obtención inmediata de una paz europea perdurable, pero también se ha interpretado que presenta un ideal moral al que los Estados deben aspirar en sus relaciones exteriores, aunque no haya posibilidad de que lo alcancen en realidad.


Idea y estructura del panfleto à La parte inicial fuerza los limites hasta ese momento establecidos (tour de force). Kant presenta algunos “Artículos preliminares de Paz Perpetua entre Estados”. Son artículos que instan a los signatarios a abjurar de todos los tratados secretos; de la adquisición de cualquier estado por otro mediante herencia, compra u obsequio; de cualquier interferencia en la constitución interna de otro Estado y del recurso del asesinato, de la subversión, etc., que hacen virtualmente imposibles las futuras relaciones pacíficas entre los Estados.

La segunda parte contiene los “Artículos definitivos”. Por ello entendía Kant los principales supuestos y garantías políticos, sin los cuales no podía esperarse seriamente que ningún Estado del siglo XVIII suscribiera al tratado. Según estos artículos, los signatarios deben gozar de lo que Kant llama una constitución “republicana”, su unión o “federación libre” debe ser del tipo más simple y repudiar los actos bélicos y la aplicación de leyes debía ser dejada al Estado particular interesado de manera más inmediata. Kant deja en claro que la firma de sus artículos preliminares constituiría solo la “inauguración” de un proyecto a la plazo para la instauración de la paz, cuya conclusión debe ser tarea de siglos de experimentación y esfuerzo políticos.

La tercera parte contiene la “Garantía de Paz Perpetua”, donde Kant abandona toda expectativa de explicación popular. Solo da una sugerencia del modo en que, en su propia filosofía de la historia puede encontrarse apoyo en la idea de paz perpetua.

Finalmente, hay dos apéndices que Kant agregó a la segunda edición de “Sobre la paz perpetua” pero no están muy bien organizados y son exageradamente abstractos.


Críticos de Kant à Los comentadores de Kant supusieron que todo defensor serio de la paz debe ser “ya” un defensor de la “instauración de la paz” por una liga de potencias pacifistas, “ya” un pacifista en el sentido de renunciar a la idea de la defensa nacional mediante las armas, debe “ya” ofrecer una receta para la instauración inmediata de una paz perpetua, “ya” señalar algunas líneas de conducta a largo plazo que traerán la paz, debe apoyar su causa “ya” en un llamamiento moral y “ya” en un llamamiento al interés personal civilizado. La mayoría de los comentadores de Kant han dado por hecho que él debe de haber aceptado la mayoría de esas disyuntivas desde un principio. La verdad es que Kant no aceptó ninguna. Respecto de la paz perpetua, tenía una posición original y única. El pensamiento de Kant en “Sobre la Paz Perpetua” delata vacilaciones e inconsistencias, confusiones y ambigüedades importantes.


Sobre Kant, contexto e ideas à Toda su vida había transcurrido en Prusia, un Estado autocrático y militarista, donde las clases medias disfrutaban apenas de un mínimo de derechos políticos. Por ello Kant carecía de experiencia política directa. Así mismo, su conocimiento de otros países era superficial y sus juicios sobre sus políticas con frecuencia fueron obtusos.

Es probable que el carácter limitado de la experiencia política de Kant fuera lo que le hiciera ver una imagen extremadamente simplificada y monocroma de la política europea. La guerra y la continua preparación para la guerra eran la principal preocupación para los gobiernos de la mayoría de los Estados. Ello había posibilitado a Kant la formulación de opiniones decididas y claras en torno a la relación entre el gobierno arbitrario en su país y las políticas agresivas en el extranjero. Argumenta así en “Ideas para una historia universal” que “…el problema para el establecimiento de una perfecta constitución civil depende de la dificultad de una relación entre Estados regida por la ley”.

Kant hizo el primer intento significativo para construir un marco de ideas dentro del cual se puede demostrar que los derechos y la obligaciones, generalmente reconocidos, de los Estados vis-a-vis de sus propios ciudadanos, exigen lógicamente el reconocimiento de algunos derechos y obligaciones de igual importancia entre los demás Estados para que sus tareas puedan cumplirse de manera efectiva. Y como parte de ese marco de ideas, debe entenderse su demanda de paz perpetua.


Kant y las Relaciones Internacionales à Kant escribió sobre las Relaciones Internaciones en términos del ámbito europeo del siglo XVIII. Eso se ajustaba a la vieja idea de la vida de los hombres y las naciones como una interminable alternancia entre la guerra y la paz de la que parecía no haber escapatoria posible. Sin embargo, la mayoría de los teóricos políticos del siglo XVIII creían que Europa, tal y como ellos la conocían, difería de la mayor parte de los sistemas estatales previos en dos aspectos importantes. En primer lugar, todos los Estados europeos estaban de acuerdo en ser herederos de una gran civilización común y que podrían ser participantes de un gran futuro común. En segundo lugar, estaba muy difundida la idea de que, aunque las guerras continuaran estallando casi incesantemente, su mayor amenaza para la civilización ya se había conjurado gracias a un principio de equilibrio inherente al sistema estatal del siglo XVIII. Aquel principio garantizaba que, siempre que alguna ambiciosa potencia europea amenazara con conquistar y absorber a sus vecinos, con el tiempo sus actos provocarían una alianza de otras potencias para hacerle frente. La guerra no era simplemente un mal necesario, sino que también constituía una garantía indispensable de la supervivencia e independencia de los distintos Estados europeos. Pese a su carácter destructivo, era una realidad de la vida que los hombres debían seguir tolerando. Todo lo que se podía hacer con la guerra era limitarla o moderarla. Pero eso exigía que los hombres y los Estados reconocieran previamente el verdadero carácter de la guerra y los resultados que razonablemente podían esperarse de ella.

Como todo Estado soberano tiene derecho a hacer la guerra por lo que considera sus propios intereses, todas las guerras son igualmente justas. La victoria y la derrota son puramente cuestiones de hecho, resultados de un método totalmente arbitrario (irracional) de arreglar diferencias, que escapan a los métodos racionales de negociación y arbitraje.

Para Kant, la guerra era un mal intolerable. Debían tomarse medidas encaminadas a poner fin a la utilización de la guerra por parte de los Estados para hacer valer lo que ellos consideraban sus derechos. El establecimiento de una federación europea fuerte, aunque teóricamente capaz de poner término a las guerras entre sus miembros, resultaba una imposibilidad práctica. Kant repudiaba la concesión de que todos los Estados tienen derecho a hacer la guerra para garantizar lo que consideran sus intereses así como su afirmación de que todo lo que se puede hacer con la guerra es moderarla y limitarla. Kant habría de sostener que el reconocimiento de la meta de la paz perpetua entre las naciones era necesario, como primer paso en cualquier progreso seguro hacia un orden jurídico internacional, y que creer en la posibilidad de una moderación/limitación de las guerras, sin la aceptación de aquella meta, constituía una ilusión sumamente peligrosa.


Rasgos sobresalientes de la concepción de Kant à

1) Kant no era un pacifista, sino un “apasionado legalizador”

2) A pesar de su constante énfasis en la necesidad de coerción como apoyo al derecho en el interior de cualquier Estado establecido, también hace énfasis en lo absurdo de la coerción como apoyo a un orden internacional. Un orden internacional solo podría inaugurarse cuando algunos gobiernos renunciaran libremente a su derecho de hacerse la guerra los unos a los otros y establecieran un vínculo de no-agresión mutua.

3) Kant creía que, para ser efectivo, un orden internacional debe limitarse a la suprema tarea de preservar la paz entre aquellos Estados cuyos criterios los llevaran a firmar un tratado de no agresión. La no intervención absoluta en los asuntos internos de todo Estado signatario le parecía condición previa esencial de la adhesión leal al tratado.

4) Kant vio la tarea de crear un orden internacional a escala global desde una larga perspectiva histórica. Estaba convencido de que, en relaciones internacionales, no había otro camino hacia adelante que el que él presentaba. Los hombres podían estar seguros de que hacían todo lo posible respecto del cumplimiento de su deber y su vocación cosmopolitas. Por ello debían hacer lo que creían correcto, esperando incluso que sus errores, fracasos y desilusiones pudieran ser útiles.


El legalismo de Kant à Aún sin ser pacifista, Kant consideraba la guerra como el mayor de los males que asuelan las sociedades humanas. Pero no veía en ella un mal incurable. Era la forma extrema del mal general de la naturaleza humana, que primero debía ser dominado por la aplicación de las leyes y que solo entonces podía ser dirigido hacia el ideal político de libertad legitima dentro de la cual podría obtenerse una moralidad pura: los hombres tratando a los demás como fines y nunca como medios. Si bien Kant insiste en el mal inherente de la guerra, reconoce que todo ciudadano debe estar listo para defender a su país de una invasión extranjera, ya que la defensa propia es una reacción natural, esencial en la vida. Lo que Kant identifica con la guerra, es la decisión voluntaria de un gobierno de atacar a otro. La fuerza de la actitud legalista de Kant implica el compromiso a garantizar a una persona o derecho un status protegido legalmente. Ese compromiso exige que los hombres formen sociedades políticas y obedezcan las leyes dictadas dentro de su propio Estado particular, por su gobierno reconocido de una manera general.

Kant insiste en dos puntos: primero, que una demanda sincera de un régimen de derecho implica la aceptación de un poder irresistible en manos del gobierno y, en segundo lugar, que la existencia de un gobierno efectivo exige que la mayoría de sus súbditos obedezcan sus propias leyes porque creen que es correcto hacerlo y no porque encuentren que observar la ley les signifique una ventaja personal.

El proyecto de Kant difería de aquellos que lo habían precedido en que combinaba una demanda moral urgente de “acción inmediata” con un sagaz reconocimiento político de la larga lucha que esa acción exigiría. Los gobiernos, afirmaba Kant, tienen el deber inmediato de inaugurar la paz en forma de un orden legal concebido para ser perpetuo y, luego extenderla poco a poco hasta que finalmente cubra a todo el globo. Más la paz concebida para ser perpetua no podía inaugurarse sin una revisión del concepto de derecho internacional de la humanidad.


Legalismo y coerción à Históricamente se han pensado dos medios para escapar de la guerra: creando vastos imperios dentro de los cuales se suprimen todas las hostilidades o participando en federaciones de Estados soberanos independientes, unidos para la defensa mutua y algunos servicios. Sin embargo, los grandes imperios no resuelven el problema de las relaciones interestatales, simplemente lo sustituyen mediante una situación de tiranía en gran escala. En una federación de Estados libres, en cambio, cada gobierno que suscribe, se aparta de sí mismo. Si la federación es lo suficientemente fuerte para imponer la paz, en realidad constituye un super Estado que inevitablemente pasara por encima de los derechos de sus miembros. Pero si la federación no es lo suficientemente fuerte, las inevitables rivalidades de sus miembros, los harán caer en la anarquía internacional.

Ambas posiciones se apoyan en la coerción para mantener una paz duradera entre las sociedades humanas. Esto lleva a pensar en la necesidad de una coerción legítima de algún tipo para establecer y mantener una relación legal efectiva entre Estados independiente y, hasta allí, beligerantes. La impracticabilidad de la paz-mediante-imperio y la paz-mediante-federación terminan por convencer a Kant de que la implantación de la paz entre los Estados soberanos no era más que una ilusión política. Kant llego a creer que existía una asimetría entre el establecimiento y mantenimiento del orden en el interior de los Estados y entre ellos, pero que ello no significaba que la fuerza no tuviera cabida en las relaciones interestatales. Finalmente, Kant reconoce que mientras que su propuesta de orden legal no incluyera a todos los Estados, siempre habría solicitudes para el empleo de la fuerza en defensa propia, contra agresores ilegítimos.


Propuesta de confederación à Lo que Kant propone positivamente es que los Estados debieran formar una confederación con un propósito estrictamente limitado. En “Sobre la Paz Perpetua”, el fin primordial consiste en poner término a toda agresión entre aquellas potencias que firmaran su tratado de no agresión mutua permanente. En otros escritos, Kant escribió como si el fin “primordial” debiera considerarse más bien como subproducto de algo muy distinto: de una confederación para la defensa común contra la agresión. En su primera proposición, el fin primordial era la paz entre los signatarios. En la segunda, es garantizar la paz para los signatarios, de la agresión de otras partes.

La verdadera fuerza de su propuesta federación radica en su capacidad para mantener y extender la paz entre algunos de sus miembros. Así es que el arbitraje es la única manera aceptable en que los Estados pueden asegurar sus derechos.

Para Kant, la paz-concebida-para-ser-perpetua es algo que debe extenderse a partir de un ejemplo positivo de no agresión prometida. Su visión de paz perpetua no es la de un mundo mantenido en paz por una potencia central confederada, sino la de un mundo en que cada Estado manifieste su propia independencia cumpliendo con la tarea única de la implantación que exige la concepción kantiana del derecho internacional.

Para Kant, el libre movimiento de seres artículos constituía una faceta esencial de un mundo en paz y civilizado, aunque siempre sujeto a leyes y a los poderes de coacción de los Estados existentes. Por ello, su ideal cosmopolita es la esperanza o promesa de un mundo en que los derechos del individuo llegan a trascender las fronteras de su propia nación, quedando garantizados, no por ninguna autoridad supranacional, sino por el reconocimiento mutuo, entre los Estados confederados de sus derechos y sus deberes vis-a-vis de los nacionales de cada cual.


Qué garantiza la paz perpetua à La garantía de paz perpetua de Kant posee dos rasgos sorprendentes:

1) Kant no ofrece ninguna garantía segura de que su confederación no se desintegrará ni que no será hundida desde un principio por potencias militaristas. Un aspecto importante de la idea de Kant radica en que toda garantía de éxito que se pueda ofrecer para su confederación debe depender de la posibilidad persistentemente recordada, si no es que del peligro o amenaza reales, de que sus miembros vuelvan a caer en la costumbre de la guerra irresponsable.

2) Su llamada garantía puede describirse mejor como una refutación a la objeción natural de que, orientándose hacia la gradual y difícil expansión de la paz, su confederación está destinada al fracaso. En su pensamiento político, su garantía en realidad es casi un equivalente exacto de su “defensa” de las ideas de Dios, de libertad y de inmoralidad en sus obras metafísicas (esto es que el conocimiento humano está inevitablemente limitado para conocerlas, pero ello no es prueba suficiente de su inexistencia)

Kant acepta la tradicional noción de que el hombre es en parte animal e inherentemente egoísta y en parte racional y respetuoso de la ley.

Kant no supone ni trata de demostrar que el progreso humano ha sido consistente o que proseguirá indefinidamente. Lo que él manifiesta con vehemencia es que tenemos derecho a planear y a actuar como si pudiéramos hacerlo.


Méritos del proyecto de paz perpetua de Kant à Si bien la paz-concebida-para-ser-perpetua es una tarea política recientemente reconocida, lógicamente siempre fue exigida por la noción de la humanidad como una sola comunidad moral. Kant ha hecho al ideal estoico-cristiano de una humanidad unida el supremo cumplimiento de tomar en serio sus consecuencias políticas. La paz pasa a ser percibida como búsqueda de la justicia entre los hombres, mediante la inauguración de la justicia entre los Estados, y que esto es una exigencia de la Razón


 
 
 

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